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Hizbulá se retira y una calma tensa se apodera de Líbano

El grupo chií Hizbulá, que el viernes se apoderó de la capital de Líbano, retiró ayer a sus milicianos de las calles de Beirut, después de un día frenético en el que el Ejército desactivó las medidas del Gobierno que motivaron que la oposición tomase la ciudad. Foto: EFE.

el 15 sep 2009 / 04:36 h.

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El grupo chií Hizbulá, que el viernes se apoderó de la capital de Líbano, retiró ayer a sus milicianos de las calles de Beirut, después de un día frenético en el que el Ejército desactivó las medidas del Gobierno que motivaron que la oposición tomase la ciudad.

Los acontecimientos se sucedieron a toda velocidad a lo largo de la jornada. Si bien por la mañana el fantasma de la guerra civil merodeaba por las calles de Beirut, por la tarde la alarma se transformó en tensa calma, aunque la situación del país aún plantea muchas incógnitas.

Además, el número de muertos no dejó de crecer a lo largo de todo el día, principalmente en el norte del Líbano, donde 12 personas fallecieron en una refriega en la ciudad de Halba entre seguidores de la Corriente de Futuro, de la mayoría anti-siria, y del Partido Nacional Social Sirio. Según fuentes policiales, desde el pasado jueves han muerto al menos 35 personas en los choques y otras 113 han resultado heridas.

Antes de la retirada de los milicianos de Hizbulá, el ambiente se tensó debido a un duro discurso del primer ministro libanés. En su alocución, Siniora dejó en manos del Ejército la última palabra sobre la decisión de su Ejecutivo de desmantelar la red de telecomunicaciones de Hizbulá y de destituir al jefe de la seguridad del aeropuerto de Beirut, Wafic Chucair, algo que el grupo chií había considerado como "una declaración de guerra".

La mano militar. Poco después, el mando militar, encabezado por el general Michel Sleiman, emitió un comunicado en el que anunciaba que frenaba la aplicación de las resoluciones del Gobierno hasta haber investigado los hechos en profundidad.

De inmediato, Hizbulá y sus aliados chiíes de Amal decidieron retirar a sus milicianos de las calles y dejar el control de las calles y carreteras del Líbano, muchas de ellas todavía cortadas, a las Fuerzas Armadas libanesas. La decisión del Ejército, aunque no por completo, parece satisfacer al líder de Hizbulá, Hasán Nasralá, que exigió al Gobierno que revocase las dos medidas para acabar con la rebelión.

Aunque la emergencia parece desactivada por el momento, la oposición ya ha anunciado que no planea cejar en su campaña de desobediencia civil, que mantiene desde noviembre de 2006, tras la dimisión de seis ministros chiíes del Gobierno.

Desde entonces, la oposición considera al Gobierno ilegítimo y exige la creación de un nuevo Ejecutivo de unidad nacional, algo a lo que la mayoría anti-siria se opone. No parece que el estancamiento de la situación política vaya a solucionarse, ya que la oposición, por boca del diputado de Amal Ali Hasan Jalil, dijo claramente que se mantienen las condiciones para el nombramiento de un nuevo presidente para el país. "No aceptaremos el nombramiento de un nuevo presidente del país hasta que no se forme un nuevo gobierno de unidad nacional y se apruebe la reforme de la ley electoral", dijo.

Pese a todo, la perspectiva de recobrar la normalidad, aunque sólo sea por poder salir a la calle, devolvió el optimismo a algunos libaneses. El diputado de la mayoría Butros Harb explicó que habrá que esperar para ver qué medidas toma la oposición para su campaña de desobediencia civil, pero aseguró: "Hemos pasado por peores momentos y logramos superarlo".

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