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Homenaje a Mercedes

A Mercedes la han secuestrado y liberado. Ha estado sometida a la falta de libertad por la violencia física, soportando un constante ruido de disparos, con mucho miedo, con hambre. Con un temor más intenso, más radical, que el que cada mañana sentía, al amanecer, cuando iba al campo de refugiados donde la esperaban miles de niños desnutridos.

el 14 sep 2009 / 22:10 h.

A Mercedes la han secuestrado y liberado. Ha estado sometida a la falta de libertad por la violencia física, soportando un constante ruido de disparos, con mucho miedo, con hambre. Con un temor más intenso, más radical, que el que cada mañana sentía, al amanecer, cuando iba al campo de refugiados donde la esperaban miles de niños desnutridos. La misma libertad que la empujó a irse de médico a Somalia, Angola y Sudán. Su esfuerzo consistía en atender a niños con un hambre insoportable, con sed, enfermos. En una zona donde millares de personas viven hacinadas, rodeadas de individuos armados hasta los dientes. Bossaso, ese rincón africano soporta los desgarros humanos elevados a un grado insoportable. Los propios de un país en ruinas y sin futuro. Una región donde los yihadistas radicales reclutan combatientes nacidos en la desesperación de la miseria.

A Mercedes la secuestraron, esta Navidad, por estar allí, por jugársela por sus niños, por sus mujeres, por sus ancianos. Estos días, pensando en Mercedes, me acordé de una frase utilizada por una ONG española: "La solidaridad es la ternura de los pueblos". Aunque esa ternura ha sido ahora pagada con violencia, nadie mejor que Mercedes sabe que, por encima de todo, se paga con los ojos profundos de la gratitud infinita, con el gesto del desesperado para el que un trozo de pan, un puñado de harina, un cuenco de agua, es una fortuna de valor incalculable. Por desgracia, nos hemos acostumbrado en exceso a que en la enfermiza dinámica mediática en la que vivimos, las malas noticias tengan más protagonismo que las buenas. Es penosamente normal que sea más famoso el escándalo reciente en Chad, que el secuestro de una cooperante española en Somalia. Es la maldición que encoge el corazón a quien se la juega con su vida, su salud, su familia; ese miedo a que los demás sucumban a la tentación de creer que los escándalos, el perverso juego de la venalidad en el peor escenario posible, sean más importantes que la verdadera dimensión del sacrificio, del valor de miles de personas generosas, impulsadas por unas motivaciones en las que no se encuentra el salario.

La solidaridad tiene rostros, tiene caras. Los que sabemos de la dura experiencia de la enfermedad y la distancia de familiares directos que se han entregado a la causa de levantar un dispensario, un pozo, un simple hilo de agua, a distribuir una vacuna, solamente podemos intuir el dolor, la angustia y el miedo que han soportado la familia y amigos de Mercedes. Esta leonesa es una heroína de nuestro tiempo, de las de verdad, de carne y hueso. Con una generosidad impagable, que pone patas arriba nuestro sentido de lo cotidiano. Mercedes, o Pilar, su compañera también secuestrada, son una advertencia del valor de las cosas y de la vida. No he tenido la oportunidad de conocerlas personalmente, pero, al menos, que estas letras sirvan tanto para denunciar la levedad insoportable de la fama habitual, como, sobre todo, de un sincero homenaje a personas como ellas, las verdaderas protagonistas de un mundo más habitable.

Gonzalo Suárez Martín es abogado

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