Más de dos mil personas dieron ayer el último adiós a Mari Luz Cortés, la niña desaparecida en Huelva y que fue hallada muerta el pasado viernes. El llanto desgarrador de la madre inundó de tristeza el cementerio onubense. Ése fue el final de una tragedia que comenzó a escribirse el pasado 13 de enero.
El abuelo de la niña, Juan Cortés, fue quien sobre las dos de la tarde introdujo en el nicho el pequeño féretro donde descansan los restos mortales de Mari Luz. Ante la mirada de los padres, Los padres, Juan José Cortés e Irene Suárez estaban derrumbados.
"Mi niña, mi niña", repetía Irene. La abuela paterna, Mari Luz, tuvo que ser atendida por la Cruz Roja y tampoco pudo más una de las tías, que se desvaneció en mitad del entierro y tuvo que ser sacada por los médicos.
Minutos después, una montaña de flores cubrió el sepulcro. El féretro de la niña fue llevado a hombros desde el tanatorio, donde ha permanecido Mari Luz desde que fue encontrada en la ría. La marea humana caminó en silencio, bajo el cielo gris y nublado y a un paso lento, el que marcaban las pocas fuerzas de padres y familiares.
No había prisas. Parecía como si nadie quisiera que llegara el momento de enterrar a Mari Luz. "Era lo más bonito de mi casa, era lo más bonito de mi casa", decía una y otra vez el abuelo paterno, que ayer, tuvo que enterrarla junto a toda la familia con una amarga duda: ¿Quién ha sido?
La familia estuvo protegida por un cordón humano y por la Policía Nacional, que establecieron una barrera alrededor de los padres para salvaguardarlos de las miradas de los medios de comunicación, de España y Portugal, que asistieron al entierro. Los alumnos del Colegio Diocesano, donde estudiaba Mari Luz, portaron los ramos de flores.
El culto religioso tuvo lugar a la una en la pequeña capilla del tanatorio. Muchos ciudadanos no pudieron acceder al interior y siguieron el sermón desde la calle, porque la sala, en sólo cinco minutos, quedó abarrotada.
Luis Molina, portavoz de la familia y pastor de la Iglesia Evangelista, ofició el acto, que fue breve pero intenso. Las cabezas visibles de esta iglesia lanzaron el mismo mensaje a Dios: "Ayuda a los padres a superar este golpe y guarda a Mari Luz en tu reino.
Ahora ella está en la mirada de Dios", gritó Molina, quien después del entierro reconoció que el de ayer fue el oficio "más difícil" que ha dirigido. "Como predicador he hecho esto muchas veces y la única vez que me temblaron las piernas fue la primera vez, cuando tenía 24 años. Aquello se me ha quedado pequeño con lo de hoy".
Clamar justicia. El portavoz de la familia destacó que tras el entierro, los padres quieren justicia. "Necesitamos que la persona que haya hecho este acto tan macabro caiga en manos de la justicia. Juan José tiene ahora una nueva lucha, encontrar a esas personas". Molina reiteró que todo el dinero recaudado en la cuenta bancaria irá destinado a las labores de la investigación.
Al acto religioso asistieron el alcalde de Huelva, Pedro Rodríguez y el resto de concejales; la presidenta de la Diputación, Petronila Guerrero; el subdelegado del Gobierno, Manuel Bago y la plantilla del Recreativo de Huelva con su presidente, Francisco Mendoza y el consejero delegado, Michael Dumois, que arroparon al que en su día fue entrenador del equipo juvenil.
El alcalde, Pedro Rodríguez, recordó las frases que en su día le dijo el padre de Mari Luz porque "no quería morir sin saber lo que le había pasado a su hija", resaltó, mientras que Michael Dumois aseguró que "siempre hemos estado con la familia".
Los forenses que han realizado la segunda autopsia al cuerpo de Mari Luz han remitido ya los resultados al Juzgado de Instrucción 1 de Huelva, que mantiene el secreto de sumario sobre esta investigación.
