Estaba cantado. Igual que le pasó a la Dreamworks con 'Shrek' (la tercera parte no es que sea olvidable, es que es infumable), le ha terminado ocurriendo a la Fox y a Blue Sky con 'Ice age': han querido ordeñar demasiado la vaca y ésta ha dejado de dar leche, o al menos ha dejado de hacerlo con la misma calidad con la que lo hizo en la primera parte, ya que en la segunda se notó cierto bajón de nivel.
Y es que si se piensa fríamente, un filme (el primero) que basaba gran parte de su encanto en las continuas bromas con Scrat -el mejor descubrimiento de la saga animada, que también han terminado estropeando- y en unos personajes agradecidos pero a los que se les veían a la legua sus serias limitaciones y su arquetípica construcción, no podía dar para mucho más, algo que esta tercera entrega, espectacular en lo visual pero vacía de ideas originales no hace más que constatar.
Orientada más que nunca a los peques (excepto por un par de chistes hablados y otros tantos visuales que sólo un adulto será capaz de entender), la cinta, volcada en epatar a los niños con las secuencias de acción, se olvida de tener un hilo consecuente, de seguir insistiendo en que los personajes existentes conserven algo de su carisma o que los nuevos (con la comadreja lo tenían muy fácil) lo tengan más allá de los cinco primeros minutos.
Ello desemboca en que el guión sea un paraíso de lugares comunes y que, a la postre, sólo sean destacables un par de escenas (la persecución en pterodáctilo es magnífica) y la música de John Powell.
Esperemos que si hay cuarta parte (¿alguien lo duda?) presten más atención al guión, un detalle sin importancia que cada vez se descuida con más ligereza.
