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Imposible caer más bajo

Es imposible caer más bajo. Los cuatro minutos de la comparecencia de Trillo tras la sentencia condenatoria del caso Yak merecen pasar a la historia de la indignidad. No se conformó con no asumir ni un gramo de responsabilidad, es que pasó de largo por sus ex subordinados condenados con un par de simples alusiones tangenciales...

el 16 sep 2009 / 03:02 h.

Es imposible caer más bajo. Los cuatro minutos de la comparecencia de Trillo tras la sentencia condenatoria del caso Yak merecen pasar a la historia de la indignidad. No se conformó con no asumir ni un gramo de responsabilidad, es que pasó de largo por sus ex subordinados condenados con un par de simples alusiones tangenciales. Parece que Trillo con el Yak desvaría, incluso recuerda lo que no pasó y alude al apoyo constante que brindó a los familiares de las víctimas, cuando llevan años contando el desamparo en el que vivieron.

Lo que Trillo no recuerda es el malestar que se percibía en los ambientes militares al comprobar cómo escurrían el bulto los civiles que les mandaban y cómo les dejaban solos al pie de los caballos. Ahora, de nuevo. Trillo ha salido a la palestra enfadado y equivocado. Primero, porque se cree que la primera víctima del Yak es él. Segundo, porque considera que su postura es el paradigma del honor cuando sólo refleja contumacia y soberbia.

Sin embargo Trillo sí tiene motivos para estar enfadado, pero es consigo mismo, porque no ha estado a la altura de ninguno de sus niveles profesionales o personales: ni como político, ni como jurídico de la Armada, ni como presidente de la Comisión de Justicia, ni como miembro del Opus Dei ni como nada. Cualquier ciudadano común con menos ínfulas, menos galones, menos compromisos religiosos y menos cuento hubiera unido su suerte a la de quienes trabajan a sus órdenes.

Y ha hecho, por cierto, un flaquísimo favor a su partido, un infatigable reclamador de responsabilidades políticas ajenas, y que suponemos no debe saber qué hacer ya con él. Rajoy va a acabar loco de trazar cuadraturas del círculo para que quepan en su código ético las trapisondas de los suyos. En fin, Trillo ha hecho todo el juego al revés: abandonó a las víctimas, militares de baja graduación; abandonó ayer a sus subordinados, militares de alta graduación. Pero no abandona su cargo. ¿No tiene un buen amigo que le abra los ojos?

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