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Impresiones de Preferia

Para muchos la preferia constituye la cita ideal para acudir en peregrinación anual a la Sevilla taurina. Pues la ciudad, palpitante ante la fiesta que ya se perfila en el horizonte, pronto se vaciará devolviéndonos a nuestra condición de extranjeros.

el 15 sep 2009 / 02:54 h.

Para muchos la preferia constituye la cita ideal para acudir en peregrinación anual a la Sevilla taurina. Pues la ciudad, palpitante ante la fiesta que ya se perfila en el horizonte, pronto se vaciará devolviéndonos a nuestra condición de extranjeros. Sin embargo, de momento, durante este intervalo, entre expectante y festivo, todos nosotros pertenecemos al mismo planeta: el de los toros. Planeta al que venimos para recoger la lección cotidiana que se nos ofrece desde el ruedo. Una lección de belleza, de valor y de inteligencia frente a la amenaza del animal. Todo ello, la Maestranza nos lo ha ofrecido generosamente el pasado jueves. Los toros de Victorino, con su alta exigencia, han conseguido lo mejor de los hombres con los que se confrontaban: la elegancia del Cid envolviendo el furor del toro en la seda de sus naturales, el heroísmo decidido del gladiador Pepín Liria, que pagó al más alto precio el triunfo en su despedida de Sevilla y el valor sobrio de un Antonio Ferrera, quizás menos electrizante de lo habitual. Al día siguiente la corrida no fue más que lo que podía ser. Una cita tanto más decepcionante cuanto intensamente esperada. El viernes un grupo de antitaurinos enarbolaban junto a la estatua de Curro Romero una pancarta escandalosa que mostraba la figura de un torero trastocada en primate. Poco más tarde los tres matadores devolvían a su miseria a estos supuestos militantes de la causa animalista. La miseria de aquellos humanos empecinados en mostrarse insensibles al esplendor fastuoso de lo que no puede ser sino su propia ciencia y su arte. Felizmente, la tarde rosa atravesada por los gritos de los vencejos sobre el ojo abombado de la Maestranza nos recuerda que en Sevilla la afición se degusta como la manzanilla: dorada, perfumada y con una ligera embriaguez.

Profesora de Literatura de la Universidad de Nîmes

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