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Invasión de las calles del Real en vísperas del día festivo

Tras una matinal de letargo, la Feria eclosionó por la noche. Los empleados de Tussam se concentraron ante la caseta municipal en señal de protesta.

el 20 abr 2010 / 19:14 h.

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El Real, a rebosar.

A la Feria le costó desperezarse en su primera amanecida de tiros largos y volantes de flamencas. Se levantó con cara de sueño después de tener encendida la luz de su mesilla hasta las 2.30 de la madrugada y trasnochar después furtivamente entregándose a los placeres de la Calle del Infierno. Normal que a los ojos traslúcidos de la portada le asomaran las primeras ojeras.

Entre la noche del pescaíto y la liberación del miércoles festivo, la mañana del martes de Feria quedó sumida este año en un extraño letargo de casetas semivacías, grupos de guiris de aquí para allá y escasa ambientación en el paseo de caballos. Pero esta matinal a medio gas, enrarecida además con las protestas de los empleados de Tussam, sólo fue un espejismo, una manera de ahorrar fuerzas para la que se preveía que iba a ser una tarde-noche intensa, sin prisas y sin necesidad de mirar al reloj.

La primera parada es obligada. La segunda portada de Feria más alta de la historia (RafaelCarretero dixit) amenaza con convertirse en la más fotografiada de los anales feriantes. No hay quien pase ante ella sin resistir a la tentación de inmortalizarse ante tamaña escultura efímera rematada por un avión de 2.500 kilos prendido a 39 metros del suelo. Dicen los entendidos en aeronáutica que en realidad el avioncito se encuentra a mayor altura que la que logró alcanzar el original hace 100 años en el primer vuelo de la aviación sobre la ciudad de Sevilla, gesta que conemora esta rompedora portada.

Después de unas vísperas metidas en agua, la primera jornada completa de Feria resultó esplendorosa, casi veraniega, con un cielo azul y con el mercurio buscando los 30 grados. Hasta picaba el sol en las horas centrales del día y la sensación térmica se hacía insoportable. Tanto que los servicios sanitarios atendieron varias lipotimias en el interior de algunas casetas y hasta hubo gente que sacó las sillas al exterior de las lonas para evitar un ambiente irrespirable.

Pero tanta estampa de postal vino a romperse poco después de las 13.30 horas con la incursión en el Real de un centenar de empleados de Tussam que, pertrechados de silbatos, bocinas y minipancartas, se concentraron ante la caseta municipal coreando lemas contra la privatización de la empresa de transportes. Estrechamente vigilados por los antidisturbios de la Policía Nacional, los manifestantes se dirigieron a continuación a la caseta del PSOE, en la calle Antonio Bienvenida, para culminar su protesta, de nuevo, ante las esteras de esparto de la caseta municipal, donde fueron invitados por los agentes a disolver la protesta so pena de aplicarles el nuevo reglamento de la ordenanza ferial que impide la concentración de personas en la portada y en otras vías de acceso y evacuación.

De la escasa animación matinal en el recinto ferial ayer da testimonio el hecho de que a las tres de la tarde sólo dos de las cuarenta canastas de la noria La Cordobesa estuviesen ocupadas. Otras muchas atracciones aparecían a esa hora completamente vacías, con sus dueños cruzados de brazos en las taquillas. El vigilante de Emsevipro encargado del control de acceso de los carruajes en la calle Costillares subrayaba esta sensación de extraña orfandad mañanera. "Esto está bastante más flojo que el año pasado. Digamos que al 50%".

Pero todo cambió de la noche a la mañana al doblar el reloj las cuatro de la tarde. Las calles del Real fueron ganando en animación a medida que pasaban las horas. Del trabajo directamente al albero de los Remedios. Por la avenida de Carrero Blanco y por la peatonalizada calle Asunción auténticos ríos de personas buscaban andando el símbolo totémico de la fiesta, la portada diseñada por el mairenero José Manuel Peña. La boca del Metro de Blas Infante no dejaba de escupir nuevos visitantes.

Ya a media tarde, en las arterias principales de la Feria resultaba difícil andar. El paseo de caballos, hasta entonces testimonial, invadió con el alegre son de sus cascabeles las horas vespertinas de un martes de Feria que, como el clavel, acabó de lo más reventón. La noche fue larga en la ciudad efímera de la fiesta y la diversión. Hoy, gracias al patrón San Fernando, los sevillanos disfrutarán de un día de fiesta para reponer fuerzas, las justas, y lanzarse de nuevo a llenarse los zapatos de albero.

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