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Cultura

Irreverencia al poder

Crítica de teatro de La Tempestad, de Shakespeare adaptada por Perís Mencheta en el Teatro Central. * * *

el 18 ene 2014 / 20:38 h.

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* * * Obra: Tempestad. Lugar: Teatro Central, 17 y 18 de enero. Compañía: El Barco Pirata. Autor: William Shakespeare. Dirección y Adaptación: Sergio Perís-Mencheta. Traducción: Fundación Shakespeare dirigida por M.A. Cornejo Dionís-Bayer. Interpretación: Victor Duplá, Quique Fernández, Antonio Galeano, Pep Lorente, Xavier Murúa, Agustín Sasián, Eduardo Ruiz, Javier Tolosa. Calificación: Tres estrellas. La Tempestad es la última obra escrita por Shakespeare y en ella se pueden encontrar retazos del resto de sus obras. Es el punto de partida de esta nueva versión con la que Perís- Mencheta se atreve, al igual que su autor, a reírse de su profesión con un discurso meta-teatral propio del teatro contemporáneo. Para ello Perís-Mencheta aborda este montaje como un trabajo de taller que gira en torno al ensayo de la obra original por parte de una compañía de teatro independiente. Con este recurso, más que llevar a escena el relato, se centra en destacar la dimensión irónica del texto original y su espíritu irreverente, consiguiendo llevar al límite el juego teatral que propone el autor. Para ello tanto la dramaturgia como la puesta en escena contextualizan la obra de forma radical, hasta el punto de envolver a la historia con un tono infantiloide que potencia el aspecto más ñoño de la historia de los personajes. De esta manera, a pesar de que esta propuesta reproduce toda una gama de técnicas y características del lenguaje contemporáneo, y en ese sentido no puede decirse que aporte nada nuevo, lo cierto es que consigue dotar a la obra de una comicidad tan original como mordaz e ingeniosa y eso, junto con el espacio sonoro, conecta con un público muy joven. Aunque por desgracia, la crítica a la corrupción del poder y la tiranía de la dominación se acaba perdiendo en la vorágine de las acciones que, por otra parte, resultan un tanto reiterativas e incluso gratuitas en algunos momentos. Todo ello determina algunos espacios vacíos de contenido que otorgan un ritmo un tanto irregular. Aunque por fortuna la continua ruptura de la diégesis y la cuarta pared consiguen recuperar la atención del espectador justo cuando comienza a aburrirse. En ese sentido cabe destacar el dominio y frescura de los intérpretes, quienes consiguen superar el reto de pasar continuamente de un personaje a otro mientras implican al público hasta convertirlo en cómplice de su farsa.  

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