Cultura

Jostein Gaarder: «El amor no llega, hay que construirlo»

El escritor noruego vuelve a España, esta vez no para presentar una novela, sino una adaptación al cine de su obra ‘La joven de las naranjas’.

el 10 nov 2009 / 21:10 h.

Jostein Gaarder no pierde ni el humor ni la paciencia ante los requerimientos de la prensa y el público.

Vestido de negro de arriba a abajo, con expresión bonachona y rasgos juveniles a pesar de la barba de tres días y el cabello ralo cayéndole sobre la frente, Jostein Gaarder llega a la sede del Festival de Cine Europeo de Sevilla para respaldar la presentación de La joven de las naranjas, adaptación cinematográfica de una de sus novelas realizada por la también noruega Eva Dahr, y que tiene a la capital hispalense entre sus escenarios. Extremadamente amable, este superventas volvió recientemente a los escaparates con El castillo de los Pirineos.

-El mundo de Sofía tiene ya 18 años, lo cual quiere decir que sus lectores juveniles serán hoy adultos. ¿Cree que recordarán sus enseñanzas, les habrá servido de algo?                                                                                                                        

-A menudo me encuentro con gente que leyó el libro cuando tenía 14 o 16 años, y me cuentan que tuvo un impacto en su vida. Gente que me dice ‘yo decidí estudiar Filosofía después de leerte' o ‘le puse a mi hija el nombre de Sofía por tu libro'... Algo se les quedaría, supongo.

-En aquel momento convirtió en best-seller una historia de la Filosofía para jóvenes; ahora arrasa otra vez un escandinavo, Stieg Larsson, pero con una historia de hackers y sangre. ¿Es el signo de los tiempos?

-No lo sé claramente. Particularmente en Escandinavia y en concreto en Noruega, las historias de detectives parecen estar muy de moda, es un furor. Puede ser una mera coincidencia que El mundo de Sofía fuera también escandinava, pero la gente dice que este libro mío contribuyó a abrir las fronteras de la literatura nórdica, a difundirla y expandirla, y a partir de su éxito empezó a ser mucho más traducida.

-La joven de las naranjas trata, al igual que otros libros suyos como Maya o El castillo de los Pirineos, el tema del amor. ¿Por qué cree que la gente separa el pensamiento del sentimiento, como si fueran irreconciliables?

-¿Piensa usted que es incompatible ser racional y amar?

-Desde luego que no. Pero también hay lugares comunes que defienden esa idea: "El corazón tiene razones que la razón no entiende..."

-Ah, claro que creo en eso. Pero no creo que el amor real sea algo que te encuentras, así por casualidad, de la noche a la mañana. Es algo que tú construyes poco a poco. ¿Creo en la amistad? Sí, pero es algo que se construye. ¿Creo en la paz, en la paz de Oriente Medio? También, pero hay que construirlo. Por otra parte, estoy de acuerdo en que el amor y la razón son dos mundos diferentes. Cuando estás realmente enamorado, como vemos en la película de La joven de las naranjas, estás en una dimensión mágica, diferente, donde lo ves todo a través de ese encantamiento. No es una buena idea empezar a analizar por qué te has enamorado cuando estás besando a la chica en cuestión, porque puedes cargártelo todo.

-Una de sus grandes preocupaciones es el tiempo. Suele instar a los jóvenes a defender el carpe diem, pero parece que los jóvenes de hoy están más por el carpe noctem... ¿Es una impresión falsa?

-Tal vez siempre ha sido así, nunca ha habido tanta diferencia entre el carpe diem y el carpe noctem. A los jóvenes siempre les ha tentado divertirse con lados oscuros. Cuando era joven, yo vivía convencido de que la vida era mágica, que yo era parte de un misterio, un enigma, y lo sigo pensando. Confío en la frase de Calderón, La vida es sueño. Aunque también [lo dice en correcto español] La vida es breve.

-En varias novelas suyas aparece Sevilla y otras ciudades españolas. ¿De dónde le viene esa querencia por nuestro país?

-Sí, la presencia de España es especialmente intensa en Maya, y un poco también en La joven de las naranjas y en el más reciente, El castillo de los Pirineos. Yo nunca había estado en España hasta que vine a Madrid con motivo de la publicación de El mundo de Sofía. Miento, había estado de vacaciones en las Islas Canarias, pero nunca en la Península. En los años 70 no era políticamente correcto venir a España, por la dictadura de Franco, ¿entiende? En fin, en mi primera visita me enamoré de Madrid, y volví muchas veces. Luego bajé a Sevilla en tren con mi mujer y mis hijos, y me enamoré igual. De la cultura española yo conocía óperas como Carmen y El barbero de Sevilla. Y cuando escribí Maya escribí también sobre Goya, el pintor, y sus majas, vestida y desnuda [lo dice en español], y ahí fue necesario hablar de Sevilla. Y sé que muchos compatriotas noruegos se han animado a hacer turismo por Andalucía después de leer la novela.

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