Cultura

'Juan Ramón vino a Sevilla como pintor y se hizo aquí poeta'

Juan Ramón Jiménez y Sevilla es el título del prolijo estudio, que acaba de ver la luz, en el que la profesora Rocío Fernández Berrocal explora minuciosamente la relación y la devoción que vinculan al Nobel de Moguer con la capital del Guadalquivir.

el 15 sep 2009 / 20:53 h.

Juan Ramón Jiménez y Sevilla es el título del prolijo estudio, que acaba de ver la luz, en el que la profesora Rocío Fernández Berrocal explora minuciosamente la relación y la devoción que vinculan al Nobel de Moguer con la capital del Guadalquivir.

Extracto de una tesis doctoral que le valió a Fernández Berrocal un premio de la Fundación Focus, este estudio viene a demostrar hasta qué punto fue determinante la estancia de Juan Ramón en Sevilla, adonde llegó tras la tutela de los jesuitas en El Puerto de Santa María para estudiar pintura y Derecho. "Salvador Clemente, su profesor de pintura, era ateneísta, y en el Ateneo descubrió Juan Ramón a Bécquer, descubrió su vocación. Vino como pintor y se hizo aquí poeta. El germen de su obra, su apredizaje de la vida, del color, están en Sevilla", explica la profesora.

Fernández Berrocal empezó estudiando las referencias a la capital hispalense del poemario Diario de un poeta reciéncasado -presentes en 14 poemas, nada menos-, pero muy pronto advirtió que había mucho más. Entre las curiosidades que revela su tesis, aparece cierta chica sevillana de la que se enamoró, una tal Rosalina Brau, a la que dedicó un texto en Sevilla, el libro que publicó hace un tiempo la Fundación Lara bajo el cuidado de Rogelio Reyes. "La ciudad quedó grabada en su corazón, como viaje iniciático y como símbolo de algo luminoso, etéreo, elegante, delicado. Eso sí, le echaba para atrás el ambiente colorista y fandanguero que encontraba a veces", agrega.

Una ruta sevillana por los lugares juanramonianos incluiría sin duda la Plaza Nueva -siempre recordaría cómo se despertaba en el Hotel Inglaterra con el piar de los pájaros-, el Ateneo, el río, el Alcázar, la antigua Universidad, que estaba en la calle Laraña -hoy la Facultad de Bellas Artes-, la vecina Iglesia de la Anunciación -donde recaló el cuerpo sin vida del poeta desde Puerto Rico para recibir homenaje-, la Catedral y la Giralda -a la que comparó con Zenobia- o la Real Academia de Buenas Letras, en la que Fernández Berrocal espera ver una placa dedicada al autor de Espacio, como la que tienen Cernuda o Jovellanos. En la calle Gerona, esquina Dueñas, tenía Juan Ramón su estudio, el "limbo de los pintores", como él lo llamaba, y en la calle Viriato estaba la Casa de los Artistas, bullanguero núcleo de creadores plásticos del que también participó.

No obstante, en la capital hispalense encontró también ciertos obstáculos que acabaron propiciando su marcha a Madrid en 1900. "La Sevilla de entonces no arriesgaba mucho, aún era muy reacia al modernismo. Cuando Juan Ramón recibió la invitación de Rubén Darío y de Villaespesa, hizo las maletas", comenta la autora.

Ello no implicó en ningún caso que quien con el tiempo sería premio Nobel se olvidara de la ciudad que lo acogió. En su poema De Boston a Nueva York narra cómo despierta de un sueño y se pregunta: "¿Sevilla? ¿Triana? ¡Ah, no!"

Asimismo, mantuvo toda su vida la correspondencia con los que fueron sus padres literarios sevillanos, José de Velilla, Lamarque de Novoa, Rodríguez Marín, José María Izquierdo... Sin olvidar a Romero Murube, que durante el exilio le ofreció residencia en su finca La noria de Los Palacios.

La profesora Fernández Berrocal proyecta ya un nuevo libro, más amplio, que versará sobre uan Ramón y Andalucía, y asegura que "afortunadamente, el estudio de la obra del poeta es una tarea infinita. Aún siguen saliendo inéditos, y sin ir más lejos se prepara la reedición de un libro, La frente pensativa, que él dedicó a los poetas sevillanos.

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