Benín subsiste a duras penas por su algodón. Tiene petróleo, oro y mármol, pero son riquezas explotadas por capitales extranjeros. Burkina Faso es uno de los países más pobres del mundo. El 80% de su población malvive de la agricultura, de la que destaca el algodón.
La mayor riqueza de Chad es el petróleo, que explotan las compañías Exxon y Petronas, con beneficios canjeados por armas. El algodón es su esperanza. Y Malí, que también lucha por el puesto de país más pobre, depende fuertemente de las fluctuaciones en el mercado global del algodón.
No pueden hacer gran cosa. Los países ricos hablan de liberalización de fronteras. Presionan para que los pobres dejen todo obstáculo a la libre circulación de mercancías. Pero el gigante EEUU, además de liderar el discurso del juego limpio, mantiene una fuerte ayuda a su algodón, subvenciones que dejan en ridículo las posibilidades de África y que demuestran cuán hipócrita es cada una de las reglas del juego que sangran a los más desprotegidos del planeta. Las cosas no van a cambiar. El gigante lo ha dejado bien claro en la última ronda de Doha en Ginebra. Lo siento, sois pobres. Ya sabéis qué os toca.
