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Julio Iglesias, entre el mitin y el espectáculo

3.000 espectadores se volcaron con el artista, aunque algunos lo mandaron a callar y a cantar cuando habló de política

el 02 nov 2012 / 09:23 h.

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A un artista tan inmenso como Julio Iglesias se le perdonan muchas cosas. Se le perdona que lleve 16 años sin aparecer por Sevilla, se le pasa que en medio de la crisis haga pagar de 100 a 325 euros euros por entrada para verlo en concierto -aunque sacó algunas a 54 y 86-, que no hiciera bis, que se le olvidara la letra de alguna canción, se le perdona algún que otro fallo de sonido. El público sevillano, "que siempre tiene un aplauso tan bello", según dijo nada más empezar la actuación, es capaz de perdonar casi todo, salvo una cosa, que se pretenda convertir un espectáculo nada barato en una suerte de mitin político. Quizá lleva la estrella afincada en Miami demasiado tiempo lejos de los escenarios del sur, pero si te plantas ante 3.000 personas, cada una de su padre y de su madre, en uno de los feudos socialistas de España... hay que saber que se corre un riesgo.

"A veces lo que digo ha causado problemas. Mi opinión es pequeña, pero es justa para mí", comentó tímidamente después de interpretar una decena de temas de su nuevo álbum 1, en el que repasa sus grandes clásicos. Luego se arrancó. "Siempre soñé con una Andalucía progresista, que tuviera una proyección imparable en Europa. Soñé con una Andalucía grande y fuerte". Ahí empezó a revolverse el público. Quedaba claro en su tono que esa Andalucía onírica no era, a su juicio, en la que estaba actuando. Y se disponía a continuar con el tema. "Soñé con una Andalucía con buenas universidades, con largos caminos, con bellos amaneceres. Siempre aposté por una Andalucía progresista, grande y fuerte, porque eso evita los independentismos...". Hasta ahí pudo leer. Parte del público ya silbaba. El murmullo aumentaba e incluso algunos espectadores le pidieron que se callara. "¡¡Que cantes!!, ¡¡Que te calles!!". La tensión recorrió desde la primera fila hasta la última del anfiteatro -desde donde por cierto, a tantísima distancia, era todo un acto de fe creer que quien pronunciaba aquellas palabras era Julio Iglesias, porque apenas se le intuía-.

El artista, cuya declarada militancia política es más que conocida, se detuvo y tiró de humor. "Hablaré entonces del Sevilla y el Betis", bromeó ganándose el aplauso cerrado del público. Entonces volvió a hacer lo que mejor sabe, cantar. Con Amor suavizó el ambiente y no volvió a mencionar nada durante cinco temas seguidos.

Cantó a Galicia, Me olvidé de vivir, Échame a mí la culpa, Aleluya, Manuela, Oh Mamy Blue, La gota fría, Hey, Abrázame, Me va, me va, Nathalie... entonó en inglés, en italiano, bailó agarrado con una de sus bailarinas, se quitó la chaqueta, haciendo gritar a más de una, y estuvo encantador con la ciudad. "Los sevillanos siempre han tenido la magia de vivir bien". Incluso estuvo solidario. "Quiero acordarme de las gentes que sufren, de la gente sin nada, que no se merece estar sin nada". Y aunque de esos seguramente no había muchos -a cien euros la entrada-, se hizo con el aplauso del respetable.

Entre las casi 3.000 almas que abarrotaron el nuevo auditorio del Palacio de Exposiciones y Congresos se encontraban artistas como Manuel Lombo o Pastora Soler, y el alcalde, Juan Ignacio Zoido, acompañado por algunos compañeros del Ayuntamiento, según informó la propia organización. El edil disfrutó seguro, sobre todo cuando recibió la felicitación del cantante por la obra de Fibes. "Faltan en nuestro país teatros tan bellos como este" -¿sabría quién lo mandó construir?-.

La puesta en escena fue sencilla. Un juego de luces, cinco músicos y tres coristas y bailarinas. Además, apareció sobre el escenario una pareja argentina que danzó a ritmo de tango con A media luz. Se echó en falta alguna pantalla que permitiera disfrutar del concierto a quienes ocupaban las butacas más lejanas, por no mencionar las carencias de las que adolece el recinto, que no parece estar diseñado para personas mayores e impedidas, con tanta escalera y ni un solo banco para sentarse en todo el interior del edificio.
Infraestructuras al margen, mucho se ansiaba el regreso de Julio a Sevilla. Algunas de sus seguidoras, que esperando su retorno han hecho suyo el tema De niña a mujer, no pararon de declararle su amor durante todo el concierto, interrumpiéndolo en ocasiones. Algunas, al finalizar, se lanzaron sobre el escenario y consiguieron abrazarle, lo que obligó a intervenir a la seguridad de Fibes, que se lo acabó llevando escoltado del escenario, eso sí, con una bufanda del Sevilla que alguien logró calzarle.

Pese a todo fue un concierto soberbio. Dejó buen saber de boca. Y el artista supo despedirse. Primero, cantando La vida sigue igual, que puso a los asistentes en pie al grito de "torero, torero". Y luego, con sus últimas palabras: "Canté y callé -risas entre el público-. Así canté y así lo haré toda mi vida". A mi manera. Ovación y retirada. Tardará en olvidarse el último concierto de Julio Iglesias en Sevilla. Quizá, 16 años.

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