Local

La Alameda de nunca acabar

La pradera de losetas conocida como Alameda de Hércules sigue en obras cansinas un año después de la fecha en que se debía haber inaugurado. Visto desde el optimismo más militante, el consuelo es que así se da tiempo a que crezcan un poco los platanitos, los alamitos y los aligustritos de nuevo porte llamados a quitarle aridez en el futuro a esta plaza ahora inhóspita... Foto: G.Barrera.

el 15 sep 2009 / 10:53 h.

TAGS:

La pradera de losetas conocida como Alameda de Hércules sigue en obras cansinas un año después de la fecha en que se debía haber inaugurado. Visto desde el optimismo más militante, el consuelo es que así se da tiempo a que crezcan un poco los platanitos, los alamitos y los aligustritos de nuevo porte llamados a quitarle aridez en el futuro a esta plaza ahora inhóspita y combada por la que ayer sólo deambulaban los perros lobo sueltos, tres okupas desocupados que acabaron tumbados en un banco, los cuatro que no tenían más remedio y un montón de papelotes arracimados en las vallas amarillas de las obras, sobre las litronas tiradas, los inmensos charcos de flama y los desperdicios de toda especie; puede que fuesen páginas de periódico donde el Ayuntamiento saliera dando plazos, a juzgar por el número de ellas que andaban tiradas por ahí.

Uno de los pocos obreros del lugar, que prefirió dar información a dar su nombre, estaba ayer metiendo tubos para el riego por goteo de los alcorques de diseño, a los que se ha arrebatado todo rastro decimonónico salvo en lo tocante a los excrementos caninos. A sus espaldas tenía uno de los tres quioscos-bares del bulevar, envueltos todos ellos en vallas y sin fecha conocida de inauguración.

"Todavía les queda bastante: las acometidas de agua, luz... Si estará acabado todo este mismo año, eso ya no se lo puedo decir porque no lo sé." Comerciantes del lugar consultados esta mañana estaban en las mismas: ni idea. Ni ellos ni nadie, y eso que ha sido una de las cantinelas informativas del verano: a falta de conocer en qué momento del otoño o del invierno abrirán los quioscos de verano, lo único previsto a día de hoy es cambiar de aquí a una semana, según informaba ayer el grupo municipal de IU, algunos de los marmolillos que delimitan la senda de unos tres metros de anchura destinada al tráfico rodado, para que los bomberos y otras emergencias tengan menos complicado el paso por los vericuetos del lugar.

En esos tramos más engorrosos, los marmolillos serán sustituidos por bolardos retráctiles, como las uñas de los gatos, aunque antes habrá una reunión entre munícipes y bomberos para consensuarlo todo y que no haya más quejas.

Otra novedad es que con septiembre llegarán a la plaza los diez bancos que le faltan. Siempre según la misma fuente. Por cierto, hablando de fuentes: ahí, sobre las lomas de losetas azulinas que coronan la explanada en tres puntos diferentes, debería haber ya otros tantos surtidores de agua dándole a la Alameda la alegría, la frescura y la vistosidad de las que ahora mismo carece; si no van aún es porque el Ayuntamiento ha tenido que cambiar de sitio el transformador destinado a darles vida y que deberá ser entregado a Sevillana Endesa para que ésta lo ponga a trabajar. Y qué decir de esos contenedores soterrados que iban a ser el futuro de la recolección de residuos: un año llevan ahí muertos de risa.

Demasiadas dudas e imprecisiones para un proyecto sobre el que se dijo que estaría acabado en agosto de 2007 y luego en junio de 2008. A falta de esos bancos, esas fuentes, esa recogida futurista de la basura y esos quioscos, es difícil averiguar a simple vista qué más le falta a la Alameda de Hércules, dando por supuesto que las hondonadas son pretendidas y que a la flora aún le queda por hacer su parte, que es recubrirlo todo. Hasta este momento ha ganado en modernidad y perdido en casticismo.

El aire lisboeta ha desaparecido por completo de esta descomunal superficie que, para parecerse siquiera lejanamente a los Campos Elíseos de París y evitar que vuelva a quedarse en reducto de esparcimiento macarra, aún necesita un buen par de centenares de comercios a sus costados que le den ventilación humana y cosmopolitismo. Lo cual excede con creces las competencias municipales y hasta las posibilidades del libremercado en una economía en crisis.

La Alameda vive ahora gracias a esos baretos genuinos que nadie conoce pero a los que todo el mundo va y en los que parece que uno esté obligado a tomar absenta. "Sí, pero ahora asómate a la calle Calatrava", dice el dibujante José Antonio Redondo, en tránsito por el lugar: boquetes a diestro y siniestro mal tapados por tablones, aceras impracticables, aspecto ruinoso. Si piensan arreglarlo, fecha no han dado.

  • 1