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La Catedral de la locura

El rasgo de la locura acompañó a la Catedral sevillana desde la idea de su construcción: "Hagamos una obra tal que nos tomen por locos", dijeron los canónigos; locos estaban los de la trifulca de los funerales de Felipe II y los que quisieron levantar varias veces el cimborrio.

el 15 sep 2009 / 16:12 h.

El rasgo de la locura acompañó a la Catedral sevillana desde la idea de su construcción: "Hagamos una obra tal que nos tomen por locos", dijeron los canónigos; locos estaban los de la trifulca de los funerales de Felipe II y los que quisieron levantar varias veces el cimborrio. La locura se ha desencadenado ahora a cuenta de la confusión de la seo hispalense con la de Mallorca en un folleto; despilfarro del dinero de los andaluces o ingente cantidad de dinero tirado a la calle ha sido el calibre de las frases usadas para calificar lo sucedido a los 52 millones de euros invertidos en ese plan de promoción del Guadalquivir.

Siendo tanto el dinero, el lector de la noticia -cuyo autobús está en un atasco- tira de lápiz y empieza a calcular: con 52 millones, a 50 céntimos el ejemplar, salen 100 millones de folletos; con esa cantidad, convertida en metros cuadrados de papel, podría empapelarse todo el río desde Sanlúcar a Cazorla y varios afluentes. ¿Para qué tantos folletos?, ¿por qué entonces nadie pregunta por el loco que mandó imprimirlos? Pasados el atasco mental y el de tráfico, pregunta a su vez y entonces se entera de que los 52 millones son la suma prevista para todas las acciones y programas turísticos del Guadalquivir, de la que hay que detraer, en efecto, 600 euros de los 1000 folletos editados con error.

El lector sigue sin comprender cómo quien debía supervisar la edición no advirtió el craso error de confundir las dos catedrales pero tampoco comprende por qué parlamentarios, portavoces y voceros no se han dado cuenta de la evidente contradicción de las cifras. Y siendo un poco socrático, y no creyendo por tanto en la maldad del ser humano, no tiene más remedio que achacar el episodio a que no hay duda: además de respirar, la Catedral de Sevilla emite locura.

Antonio Zoido es escritor e historiador

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