La cocina sin fogones no significa que en No Kitchen no haya tapas elaboradas. La idea es de Juanjo López, el hacedor de la nombrada La Tasquita de Enfrente, de Madrid. La fórmula fundamental es mimar la materia prima dándole un tratamiento sencillo, con productos originales y de alta calidad.
El local es peculiar, un antiguo taller de marquetería en pleno centro de Sevilla, pero en una callejuela con bastante sabor, un suelo hidráulico rojigualda, maderas en basto y colores claros hacen un sitio luminoso y acogedor, con divertidos detalles como la utilización de espejos en vez de las cansinas pizarras negras, las tapas escritas en los grandes espejos con tizas de colores recuerdan los menús de pescados fritos de las tradicionales freidurías. En las paredes cuelgan pequeños cuadros que forman exposiciones temporales. Las sillas metálicas plegables dan un toque de modernidad y divertido. Detalle también retro son los amplios baños, de sabor antiguo y puertas con cristales esmerilados.
Además de los grandes espejos pizarra, la carta de tapas se presenta también en prácticas tablas con folios donde por un lado se presentan las tapas y por el otro los vinos. Comentando estos, habría que señalar que todos se sirven por copas y que hay una buena representación de vinos generosos jerezanos, casi todos de González Byass, además de la gran Manzanilla de Sanlúcar de Barrameda San León. Por lo demás, la variedad de blancos y tintos es escasa y de regular nivel. No hay rosados. Nos decantamos por un blanco de Alella, In Vitas, muy plano y de escasas virtudes. Sí estaba bastante bien el Damana 5, un goloso tinto de Ribera de Duero, aún por redondearse más en botella, pero muy agradable ya.
De la carta de tapas optamos por probar en primer lugar la Ensaladilla de La Tasquita (2,50/4,00 euros) siguiendo la receta de la homónima que se elabora en el local madrileño. No nos cautivó especialmente. Demasiada patata y una mayonesa ramplona de bote. Además, somos partidarios de servir la ensaladilla más fría. Se completa la tapa con una buena lasca de ventresca de atún que le presta algo de fuerza.
Una tapa divertida es el Tartar sorpresa (5,00 euros), que tiene la peculiaridad de que no te cuentan su ingrediente principal hasta después de probarlo. En este caso, un original tartar todo verdura aunque con textura de carne, basado en el tomate, con un excitante toque de cebollino y alcaparras. Original es el salmón ahumado en vodka con crema de remolacha (4,50/14,00 euros), con intenso sabor y textura un tanto gelatinosa.
Más elaborado son los calabacines al pesto (6,00 euros), un plato donde los calabacines se cortan a la manera de espaguettis finos y se elaboran con un pesto y lascas de Parmesano, como si fuera un verdadero plato de pasta, un plato sano y atractivo que hubiera estado redondo mejor sazonado.Resultaba algo insípido a pesar del queso y el pesto. Pero la sorpresa más agradable de la velada nos la proporcionó un muy sabroso tataky de presa ibérica (3,50/8,00 euros), con una magnífica carne, cortada casi como steak tartar y con el genial toque de un poco de wasabi que le potencia tremendamente el sabor.
De lo mejor de la casa es la atención de Ana Zapico, la anfitriona, verdaderamente profesional y simpática. Para finalizar, además de un par de postres caseros, se ofrecen medios gin tonics, atractivamente preparados sin más artificio que la magnífica ginebra Bombay y el tono azulado que le proporciona la tónica Nordic Blue.
No Kitchen es un sitio agradable, gusta estar allí, tiene altibajos en sus tapas que, con un poquito más de corazón en la elaboración, como diría mi amiga Carmen de Lara de Chef & Company, ganarían bastante. No obstante, merece la pena probar esta No Cocina que sí tiene mucho de cocina de verdad en cuanto a toque de creatividad y ganas de agradar con buenos productos que pretenden ser los protagonistas de la amplia lista de elaboraciones que se ofrecen en los grandes espejos que cuelgan en las paredes.
