Han pasado cinco años desde que muriera Vázquez Montalbán, que no era sevillano sino de Barcelona y tampoco de los andaluces de Barcelona pero que tenía un agudo sentido de las cosas. Ahora que ya sabemos que los linces no ven podríamos cambiar el calificativo y, llamando a las cosas por su nombre, decir "tiene vista de Vázquez Montalbán". Una para la que la tuvo fue la copla y, leyendo a Susan Sontag, vio claro que la copla era nuestro pop. Eso ahora lo ve cualquiera. El caso era verlo hace 30 años. Mucho antes lo habían visto Antonio Burgos y Carlos Cano, pero Antonio escribió aquel ensayo que llamó Libelo contra Madrid y su visión no pudo pasar de Despeñaperros.
Vázquez Montalbán usó con la copla el mismo método que había hecho triunfar en la capital a Chacón con el flamenco. Chacón cantó aquello de "cómo reluce Santa Cruz de Mudela, cómo reluce, cuando suben y bajan los andaluces" pero cambiando el pueblo manchego por "la gran calle de Alcalá", y nuestro catalán incluyó en la división temática de las coplas el capítulo de las que elogiaban a Madrid. De modo que su libro Cancionero del franquismo tuvo un gran éxito de crítica y público. Lo merecía.
También intuyó que durante la dictadura el sentido del contenido de las coplas se había vuelto ambivalente: literalmente decían una cosa y luego la gente pensaba en otra mientras las cantaba o se la cantaban. Claro que eso estaba ya desde cien años antes en el flamenco y a eso debía parte de su éxito, a que el cantaor mezclaba una estrofa de Gerineldo con otra de Antonio Machado y luego salía algo tan surrealista como una poesía de Apollinaire. El libro de Vázquez Montalbán vendría bien, en este aniversario, a los que ahora se empeñan en meter de pé a pá por jondo las poesías (o la prosa) de quien sea. Están a un paso del pop.
Antonio Zoido es escritor e historiador
