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La crisis económica eleva el riesgo de ansiedad, depresión e infarto

Cara y cruz de la crisis económicas: según los expertos, por un lado hace que las personas se desprendan de lo superfluo, agudicen el ingenio y eleven su sentido del ahorro. Pero por otro, la histeria colectiva eleva el riesgo de ansiedad, depresión e infarto.

el 15 sep 2009 / 09:21 h.

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Cara y cruz de la crisis económicas: según los expertos, por un lado hace que las personas se desprendan de lo superfluo, agudicen el ingenio y eleven su sentido del ahorro. Pero por otro, la histeria colectiva eleva el riesgo de ansiedad, depresión e infarto.

Así ocurrió en la Gran Depresión de EEUU en 1929, la crisis bancaria española del 77 y la Primera y Segunda Guerra Mundial. La situación actual, por lo pronto, ha obligado al ministro de Sanidad y Consumo, Bernat Soria, a pronunciarse para asegurar que las prestaciones sanitarias no se verán mermadas por la crisis.

Aun así, todavía es pronto para valorar las consecuencias de la desaceleración económica. Lo cierto es que, cuanto menos, las consultas psicológicas y psiquiátricas por estos motivos suben como la espuma. La ansiedad y la depresión están en el punto de mira.

Es el panorama que describe la empresa de servicios médicos Avances Médicos (AMSA). Florencio Moneo, médico especialista del centro, va más allá y apunta el perfil tipo de la persona predispuesta a padecer estos trastornos: el empresarios o trabajador medio que percibe la amenaza de la quiebra y ve, por ello, peligrar su puesto laboral en un futuro próximo. Asimismo, existe un segundo grupo en riesgo formado por mayores de 70 años que ven en entredicho la estabilidad de su pensión.

"En ocasiones experimentan cuadros de ansiedad que no desaparecen a lo largo del día y que van acompañados de insomnio y palpitaciones. A esto se suman crisis de ansiedad puntuales que provocan sensación de vértigo y dificultades respiratorias. Ya en los casos más severos, también aparece un dolor opresivo en el pecho semejante al de un infarto de miocardio", explica.

Nada más lejos de la realidad. En la literatura científica está más que comprobado que hay más infartos durante sucesos estresantes como las guerras, grandes desastres naturales e, incluso, algunos partidos de fútbol.

Sin embargo, hasta ahora no se había examinado si un momento tan angustioso como son las recesiones bancarias podía disparar también las muertes cardiacas. De modo que un grupo de científicos de la Universidad de Cambridge (Reino Unido) no ha dejado pasar por alto el delicado momento que atraviesa la economía mundial. Así que escogieron uno de los episodios más estresantes: la crisis del banco Northern Rock, desatada el pasado verano en Reino Unido.

Esta entidad ha sido la víctima europea de la crisis de liquidez surgida tras los problemas de las llamadas hipotecas subprime (las hipotecas basura de EEUU). Ante las turbulencias del mercado de crédito, Northern Rock, considerado uno de los mayores prestamistas británicos, se vio obligado a recurrir a la reserva de emergencia del Banco de Inglaterra. Llegado este punto, sus clientes acudieron en masa a retirar sus ahorros, temerosos ante la posibilidad de que si dejaban pasar el tiempo, se pudieran quedar sin ellos.

"Estábamos en Cambridge cuando surgió el tema del banco Northern Rock y nos dimos cuenta de cómo algunas personas que hacían cola para sacar todo su dinero, sobre todo los más mayores, estaban desesperados y había altos niveles de estrés. Dada la conocida relación entre otros eventos estresantes y la mortalidad cardiaca, pensamos que quizás las crisis bancarias podían tener similares consecuencias", contó a elmundo.es David Stuckler, de la Facultad de Ciencias Sociales y Políticas de la Universidad de Cambridge.

Acto seguido, los autores ampliaron su estudio atendiendo todas las crisis bancarias acaecidas entre los años 1960 y 2002 (entre ellas, la española iniciada en el 77). Las comparó con las muertes por infarto registradas en este periodo y en otros de estabilidad económica.

El resultado no ha hecho más que confirmar la hipótesis de partida: las recesiones elevan en los países ricos el número de muertes por infarto en un 6,4%. Cuando se trata de naciones en desarrollo (con sistemas sanitarios y económicos más precarios), las consecuencias de los desastres económicos son aún mayores: los óbitos crecen un 26%.

"Las causas parecen claras: el miedo a perder los ahorros, sobre todo para gente que confía mucho en ellos, como son los ancianos, eleva el ritmo cardiaco y la tensión sanguínea y puede tener efectos especialmente negativos en la gente que ya tiene riesgo cardiaco, como, de nuevo, son las personas más mayores", aclara Stuckler.

De modo que contener la histeria financiera es deseable no sólo para prevenir crisis bancarias sistémicas, sino para evitar un aumento de la mortalidad cardiaca. Tomen nota.

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