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La cuarta parte de los presos trabaja durante su condena

Consciente de que tener trabajo al salir de la cárcel es imprescindible para la reinserción, la prisión sevillana apuesta fuerte por esta medida, y a día de hoy, la cuarta parte de los presos tiene un empleo y está dado de alta en la Seguridad Social. Otros muchos siguen cursos de formación para conseguirlo. Foto: Raúl Díaz.

el 15 sep 2009 / 07:04 h.

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Consciente de que tener trabajo al salir de la cárcel es imprescindible para la reinserción, la prisión sevillana apuesta fuerte por esta medida, y a día de hoy, la cuarta parte de los presos tiene un empleo y está dado de alta en la Seguridad Social. Otros muchos siguen cursos de formación para conseguirlo.

Carpinteros, albañiles, alicatadores, tapiceros, cocineros, agricultores... la cárcel está llena de aprendices, porque el empeño en que los presos trabajen es enorme. Muchos lo hacen en segundo grado -todo el día en la cárcel-. El taller de carpintería metálica en el que se cortan, ensamblan y lijan hierros para fabricar esqueletos de sillas parece el escenario de una película futurista, con destellos por todos lados y colonias de arañas gigantes, que son en realidad estructuras de sillas que se venden por miles cada mes.

Sergio Santos se esfuerza en pulirlas con un estropajo nanas: en la calle hacía algo similar, montaba casetas de feria, pero ya tiene un título oficial. "Esto redime, no estás en el patio tirado todo el día y no piensas, que aquí se piensa demasiado", dice. Su jornada de ocho horas supone un sueldo que a Sergio, 29 años, casado y con tres hijos, le permite enviar dinero a casa.

Cada año hay de 15 a 20 cursos formativos -para unos 300 internos en total-, de los que luego se nutren el taller metálico o el de confección, en el que Fatmire lleva un año. "Antes cosía al tuntún y ahora he aprendido, y me puede servir el día de mañana". Mientras cose a máquina una tira bordada a un blanquísimo cubrebandejas para el Sagrado Corazón, cuenta que ha recurrido al Supremo su sentencia porque la muerte de su pareja fue en defensa propia.

A renglón seguido agradece el taller porque "se te pasa el tiempo volando" y prefiere "estar ocupada, que te quita de muchas cosas". Alrededor, hombres y mujeres jóvenes se afanan sobre sus máquinas cosiendo uniformes.

Estos dos talleres, que venden a la calle, dan empleo a gran número de internos de segundo grado, pero no son los únicos: las cocinas de la prisión, los huertos en los que se cultivan tomates, pimientos o lechugas que consumirán los internos y se venderán, y la panadería -que surte también al Psiquiátrico Penitenciario y a la cárcel de Alcalá- también crean empleo. De los 1.800 presos, 307 de segundo grado trabajan cotizando a la Seguridad Social, igual que otros 124 de tercer grado que sólo deben ir a la cárcel a dormir.

En total, 431 personas, el 24% de los reclusos, tienen un trabajo productivo. Con los que están en cursos de formación profesional o del Inem con el claro objetivo de lograr empleo, la cifra se eleva al 35%, según datos de la prisión. Los cursos se ofrecen en función de la demanda, por eso con la crisis de la construcción han reducido los de albañilería y se han centrado en la hostelería y los servicios, con muchas salidas de cara al verano.

"Han cambiado mucho las cosas desde que nosotros llegamos a la cárcel", reflexiona la gestora económica, Amalia Quesada. Lo confirma el subdirector Fernando de la Torre: "antes se encerraba a la gente y ya está, ahora hacemos muchísimas cosas, se ofrece mucho trabajo. Y se paga". Es bueno para todos, coinciden. Para los internos, si logran reconducir su vida, y para la prisión si no los vuelve a ver.

El gran enemigo es el mismo que envía a decenas de personas a la cárcel: la droga, un lastre sobre todo en los cursos y el servicio de búsqueda de empleo. "Todo va bien y de repente alguien te da positivo en los análisis semanales de droga. Y claro, no puede seguir", explica el equipo de psicólogos, educadores y trabajadores sociales que se esfuerza en seleccionar a los más adecuados y acompañarlos hasta el empleo. "Su motivación es ganar dinero; la formación les hace menos gracia". Entidades como La Caixa ayudan financiando cursos en los que los alumnos cobran.

Tercer grado . En tercer grado es más fácil. De 235 presos que sólo van a dormir, 124 trabajan y a 44 se les ayuda a buscar empleo. Los horarios no son problema, el tiempo que deben pasar en la cárcel se adapta como haga falta. Algunos conservaron su empleo tras la condena si el delito no tenía relación con su trabajo. Lo difícil es lo contrario: un contable condenado por estafa lo tendrá crudo para que vuelvan a fiarse de él.

Los problemas son de nuevo la droga y la falta incluso de formación básica, aunque "también tenemos licenciados con máster y todo", explica Ángela Rojas, del Servicio de Acompañamiento Laboral, que ayuda a un centenar de internos entre tercer grado y libertad condicional. "Controlamos mucho la droga y que no falten al trabajo, revisando sus nóminas con discreción, porque algunas empresas no saben que son reclusos". Si logran que duren cuatro meses en una empresa, suelen quedarse. "Y no con contratos basura, si los contratan suele ser indefinidos, de eso estamos muy orgullosos".

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