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La cuesta de marzo

Hoy se acaba la Navidad y empieza la cuesta de enero que en términos políticos durará hasta el próximo 9 de marzo, fecha en la que se celebran las elecciones al Congreso de los Diputados. Una cuesta que parece muy empinada para los dos grandes partidos políticos...

el 14 sep 2009 / 22:19 h.

Hoy se acaba la Navidad y empieza la cuesta de enero que en términos políticos durará hasta el próximo 9 de marzo, fecha en la que se celebran las elecciones al Congreso de los Diputados. Una cuesta que parece muy empinada para los dos grandes partidos políticos, habida cuenta los resultados tan ajustados que están arrojando las encuestas a nivel estatal.

Aunque la campaña electoral empezó hace tiempo, parece claro que a partir de ahora va a adquirir nuevos bríos para ir ganando en intensidad conforme se vaya acercando la fecha decisiva de la votación. Y tenemos la impresión de que en esta campaña veremos de todo: todo tipo de recetas, todo tipo de promesas, todo tipo de explicaciones para convencer a un sector del electorado muy desorientado a fin de que incline su voto hacia una u otra formación política, intentando además inquietar lo mínimo e ilusionar lo máximo. Pero en este " yo doy más" se puede correr el serio peligro de sustituir la política por la sociología, de orientar el programa de gobierno hacia aquello que señalen las encuestas y no por donde discurra la coherencia ideológica. De ahí que se silencien determinados temas, como ha ocurrido en el PSOE con el aborto, o en el PP con el matrimonio de homosexuales, que se juegue a la ambigüedad en aquellas materias que se piensan pueden ser espinosas, caso de la posición de la Iglesia Católica, que se recurra a justificaciones y reproches en cuestiones que de difícil solución, como las que están relacionadas con la economía, y que se abra el abanico de promesas en lo que respecta a los beneficios fiscales y sociales de los electores.

Y en este recorrido, la ideología, que resulta ser la marca de identidad de las distintas formaciones políticas, queda relegada a un segundo plano, como si se tuviera pudor o vergüenza en poner de manifiesto la filiación política; como si se pensara que su exposición pública pudiera ahuyentar a un electorado que recela de la política. Así, la justificación de lo que se promete u ofrece ya no se busca en los fundamentos ideológicos de las posiciones de derecha o de izquierda, sino en una pretendida racionalidad que está por encima del debate ideológico, como si fuera posible una forma neutra de gobierno ajena a todo ideal sobre el modelo de sociedad. Y detrás de estos comportamientos están, como hemos dicho, el dominio de las encuestas acerca de la opinión de los españoles sobre un tema u otro.

Esta manera de actuar de los partidos políticos es un error porque ignora un hecho básico de toda democracia, cual es el contraste de distintas posiciones e intereses en lo que respecta al tipo de sociedad que se quiere, y sobre todo porque deslegitima a esos partidos y sus responsables, que se justifican precisamente en las diferentes ideología que lo sustentan, ubicándonos en cambio en el pensamiento único, en cual lo importante es la gestión de los intereses dominantes. De este modo, podríamos sustituir a los políticos por tecnócratas que gobernasen a golpe de encuestas más o menos fiables. Y en todo esto lo que se percibe es la renuncia por parte de los partidos y sus representantes a hacer pedagogía sobre sus ideas, a convencer a los ciudadanos de la importancia de su pensamiento político, a pone en valor la utopía como guía que ha de marcar el camino de los pueblos; en definitiva, a realizar todo aquello para lo que surgieron.

Rosario Valpuesta es catedrática de Derecho Civil de la Pablo de Olavide

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