El Sevilla consumó ayer un gran éxito, uno más. La dimensión de lo alcanzado por el conjunto nervionense lo da la historia. Sólo en tres ocasiones antes. Además, lo ha logrado con un tercer puesto realmente meritorio, sólo superado por un espectacular Barcelona y un gran Real Madrid.
El caso es que, fríamente, Manolo Jiménez ha dado al club y a José María del Nido lo que pedía, el objetivo de la Champions, el objetivo verdadero de la entidad y la piedra angular del proyecto a medio y largo plazo del Sevilla, el que permitirá a la sociedad de Nervión crecer económicamente y equipararse a los grandes de Europa. Fríamente, por tanto, Manolo Jiménez se merece seguir una temporada más al frente del banquillo blanquirrojo. En una sociedad que valora los resultados por encima de otro no cabría otra posibilidad.
Del Nido se ha hartado de declarar que las decisiones en el Sevilla no se toman en caliente, que las decisiones en el Sevilla obedecen a los resultados y al rendimiento en todas las parcelas, y la deportiva dentro de ellas. Eso significaría la continuidad de Manolo Jiménez. Pero esa teoría se está quebrantando. Si no estuviera quebrantada, ya tendría el de Arahal un contrato por firmar en la mesa o una cláusula que asegurara su futuro. Y no es así. Y la responsable no es otra que la afición. Para bien o para mal.
Andaba el sevillismo sumido en la felicidad, vitoreando a sus jugadores en el terreno de juego, cuando desde el gol norte volvió a brotar el famoso grito de apoyo a Jiménez. Y entre tanta alegría, entre los fuegos artificiales y los focos, surgieron de nuevo los pitos para callar el ánimo.
Queda más que patente que el sevillismo está dividido, que el núcleo de la afición nervionense puede sumirse en una 'guerra civil' cuya victoria resolverá a corto plazo el consejo . Que Monchi quiere la continuidad de Jiménez denlo por seguro; lo que Del Nido quiera... probablemente será lo que se haga.
