La hermandad inició el descenso hacia el centro de la ciudad en dirección a la calle Silos luciendo el nuevo tallado de los laterales del paso de Cristo. Fue una salida procesional emocionante, como cabía esperar de la cofradía del Perdón. Pero sólo fue el principio.
Mientras se alejaba el Crucificado, las miradas regresaban a La Inmaculada, donde la Virgen aguardaba en el interior del templo, para al igual que su hijo, encontrarse con su pueblo fiel. Regresó el silencio, y con él la emoción. Cerca de 40 costaleros iniciaban su trabajo bajo el palio de la Virgen. Susurros devotos y alientos de fe. El murmullo precedió a la aparición de la Virgen de las Angustias que volvió a generar la amante rebelión entre los fieles que la aguardaban. Si la salida del Cristo fue hermosa e intensa, la de su Madre no lo iba a ser menos, además este año estrenaba una nueva tanda de candelería.
Los momentos de plenitud y pasión no se quedaron en la salida. El procesionar intenso y emotivo continuó a lo largo del desfile penitencial de la cofradía teniendo su momento culmen en la puerta del monasterio de las Clarisas donde las monjas entonaron cánticos al Cristo que permaneció en su convento durante años, hasta que fue trasladado hasta la zona norte para integrarse en esta nueva hermandad que se ha abierto un hueco importante en la Semana Santa alcalareña.