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La esencia sevillana de Zaragoza

Sevilla no sació su sed de grandes eventos. 16 años después parte del equipo de la Expo 92 ha hecho posible que la capital aragonesa luzca a orillas del Ebro una Exposición Internacional dedicada al agua. Aunque no están todos los que son, ellos fueron parte de los autores de la Exposición Universal de Sevilla de 1992.

el 15 sep 2009 / 06:24 h.

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Sevilla no sació su sed de grandes eventos. 16 años después parte del equipo de la Expo 92 ha hecho posible que la capital aragonesa luzca a orillas del Ebro una Exposición Internacional dedicada al agua. Aunque no están todos los que son, ellos fueron parte de los autores de la Exposición Universal de Sevilla de 1992.

Ahora otro meandro de tierra, cambiando el Guadalquivir por el Ebro, ha servido para hacer que cuatro veteranos de las grandes exposiciones se hayan volcado en Zaragoza para la realización de la Exposición Internacional del Agua, que se celebrará hasta el próximo mes de septiembre.

Entre la expedición sevillana está Antonio Silva, ex director del área de Fiestas Mayores del Ayuntamiento de Sevilla. En la actualidad, es director de Comunicación de Expo Zaragoza 2008. En el 92, Silva ocupó el mismo cargo en el Pabellón de Andalucía.

Este periodista cuenta que en Zaragoza están aplicando la experiencia de Sevilla. Relata con ilusión que el hecho de trabajar en un proyecto apasionante y de gran proyección internacional lo empujó a irse a Zaragoza. Como encargado de la comunicación de la muestra, resalta la digital porque "ha influido en que la gente conozca y debata mejor el tema antes de participar o de criticar. Esto es algo que no pasó en el año 1992".

Este sevillano, de 45 años, destaca por encima de todo la gran implicación que los ciudadanos de la capital maña han mostrado con la organización de la Expo. Se lamenta de que "en Sevilla, la cogimos tarde aunque después la disfrutamos mucho".

220 millones en 10 meses. Esas cifras son las que Miguel Ángel Soria ha gestionado en las obras de la Expo, desde su cargo de jefe de área de Infraestructura. En el 92 era director de espacios públicos.

Con orgullo dice que "en contra de la fama de tranquilos que tenemos los andaluces, en Sevilla se hizo todo muy profesional" mientras se lamenta de que se ha infravalorado mucho la inversión en los espacios públicos. "En Sevilla era una fiesta y aquí eso tiene un segundo plano", cuenta desde Zaragoza. A sus 52 años, Miguel Ángel reconoce que a diferencia de Sevilla, en Zaragoza ha habido muy poca cultura de lo efímero. "En 1992 con una maceta y cartón, salvábamos todo y aquí hasta los 10.000 aparcamientos se hacen como si fueran los de la T-4 de Barajas".

Frente a lo sucedido en Sevilla, en Zaragoza "la prensa ha tratado muy bien a la muestra". Mientras que el carácter internacional de la Expo zaragozana hace que los participantes solo aporten los contenidos, en Sevilla, al contruirse sus propios pabellones, hubo que urbanizar la misma calle hasta tres veces, por el continuo trasiego de obreros. Ilusionado, Soria explica la razón fundamental que lo empujó hasta Zaragoza: "Era como entrar en el túnel del tiempo y volver al 92".

Para este arquitecto sevillano el pabellón preferido de la Expo 92 es el de Marruecos, actual sede de la Fundación Tres Culturas y el de Japón, de carácter efímero. De la Expo de Zaragoza se queda con el hotel Hiberus, construido junto al nuevo Palacio de Congresos de la ciudad, en el recinto expositivo, y la Torre del Agua, uno de los símbolos de la exposición.

Respecto a la obra insigne de la Expo, el Pabellón Puente de Zaha Hadid (autora de la futura biblioteca de la Universidad de Sevilla que se levantará en el Prado de San Sebastián) constituye más que un edificio "una escultura gigante por la que la gente puede pasar". Miguel Ángel Soria añade con nostalgia que aunque en Zaragoza ha trabajado bien "Sevilla me gratificó más por la edad". Allí tenía un gran equipo y daba gusto trabajar: "Hubo liderazgo".

Si en Sevilla era el jefe de Miguel Ángel Soria, ahora en Zaragoza Ginés Aparicio es su cliente a través de Ayesa, una empresa sevillana que se ocupa de varios contratos en la exposición maña. En Sevilla, este ingeniero de caminos de 70 años de edad, era el segundo de a bordo, la mano derecha del comisario de la exposición.

El que fuera director de Proyectos y Construcción aclara que aunque en Zaragoza mira las cosas con perspectiva, también ha aportado su experiencia si se la han solicitado.

Aunque de origen murciano, lleva en Sevilla desde 1987 y no la ha abandonado desde entonces. Para Aparicio el mundo de las exposiciones no tiene ningún secreto a estas alturas, ya que colaboró también en Lisboa en 1998.

"Sin querer se busca lo anterior como referencia". En Zaragoza no ha calado tanto el espacio público, a diferencia de Sevilla, que fue pionera en el valor añadido de los grandes espacios abiertos. "Allí la gente quería ver gente, por eso nos volcamos en las calles y plazas. Además teníamos agua por todos sitios"

Mientras que en Sevilla se queda con el Pabellón de la Navegación como mejor exponente arquitectónico, en Zaragoza se decanta por el pabellón de Aragón o el de España, con una curiosa función de microclima, gracias a cientos de pilares revestidos de cerámica.

Si se le pregunta por los desvíos presupuestarios del 92, contesta que a Sevilla se le colgó el sambenito del despilfarro. Aquí Aparicio responde tajantemente: "De despilfarro nada". Ahora trabajan en la Isla de la Cartuja alrededor de 15.000 personas. "Nunca se pudieron hacer tantas cosas con aquel dinero".

Además añade que "la de Zaragoza ha acabado costando casi tanto como la de Sevilla". Una opinión similar es la que mantiene el que fuera director de Proyectos y Diseños en Sevilla, Javier Garrido.

Reinvindicando un punto de vista más amplio, recuerda que Sevilla era la sede pero la compartía con Chicago que unos meses antes renunció al evento dejándola sola, por lo que hubo que dar cabida a más de 100 países (frente a los 60 inicialmente previstos). El desvío en Sevilla, según Garrido fue "ridículo, no llegó al 3%".

Con 61 años de edad este barcelonés recuerda la Expo de Sevilla como "una experiencia increíble. Sevilla marcó mi vida. LLegué como arquitecto y salí como experto en operaciones". Como dice Javier, Sevilla le dictó un cambio de profesión ya que tras la Exposición Universal, pasó por Lisboa, participó en Port Aventura o en el Fórum de Barcelona, entre otros grandes eventos. Sobre los parecidos que guardan las dos exposiciones, Garrido habla de la famosa valla modelo Expo 92, que aún mantiene la Isla de la Cartuja y que también sirve de cerramiento para el recinto de la Expo 2008.

Desde la capital catalana destaca que el 92 fue una revolución para Sevilla y para Andalucía. "Ahora para Zaragoza también es una oportunidad, pero la dimensión es muy distinta". Añade que una diferencia básica es la acogida popular de la muestra, ya que la de Zaragoza se ha pedido desde la ciudad y la de Sevilla vino impuesta desde Madrid, aunque después los sevillanos supieron hacerla suya.

La diferencia vital para este arquitecto es que en Sevilla la ilusión era mucho mayor y en Zaragoza es "sólo un trabajo más. Sevilla fue sin duda el trabajo de nuestras vidas".

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