Cofradías

La Esperanza regresó a casa

A sólo dos semanas de la Madrugá, la calle Pureza vivió otro día grande

el 19 mar 2010 / 22:23 h.

La historia de Triana bien conoce de días grandes relacionados con sus cofradías, sin ir más lejos el del pasado sábado en el que el Cachorro salió en viacrucis y el barrio, como no podía ser de otra manera, se echó a la calle. Pues lo mismo hizo ayer viernes para arropar al Santísimo Cristo de las Tres Caídas y a la Virgen de la Esperanza de Triana en su regreso a su remodelada casa. Tras dos cuaresmas como huéspedes de excepción en la Real Parroquia de Santa Ana, desde la noche de ayer los dos titulares de la corporación de la Madrugá descansan ya en su sede canónica.

Con la seguridad que da la certeza de que en tan sólo 13 días las imágenes estarán en la calle de nuevo, trianeros y sevillanos de todos los barrios abarrotaron las escasas tres calles por las que habría de discurrir el traslado, hasta el punto de que las tan polémicas sillitas de mano hicieron acto de presencia como si de un prólogo se tratase, ya que un buen número de personas esperaban desde antes de las ocho de la tarde para contemplar en primera fila la llegada de la Esperanza a su remozado templo.

El cortejo salió a la calle a las 21.15 horas, 45 minutos después de lo anunciado en el propio boletín de la cofradía, ya que antes de proceder al traslado se celebró una misa de despedida a las imágenes con una parroquia de Santa Ana completamente llena. Mientras, el Cristo de las Tres Caídas y la Virgen de la Esperanza esperaban ya sobre sus andas en la nave derecha de la iglesia. La comitiva, reducida a la mínima expresión, estaba encabezada por la cruz parroquial, portada por un acólito ataviado con sotana y roquete y dos ciriales de acompañamiento, a los que, sin solución de continuidad, seguía el cuerpo de acólitos que precedía a la imagen del Señor. La hermandad apostó en esta ocasión por un traslado de lo más austero que se recuerda por la calle Pureza, prescindiendo de la música y del acompañamiento con cirios de los propios hermanos que, eso sí, estuvieron con sus titulares desde la acera, debajo de las andas, o bien junto a ellas.

VESTIDOS DE MADRUGÁ. El titular cristífero de la hermandad trianera salió a la calle vestido con la túnica bordada en terciopelo burdeos que estrenó con motivo de la celebración de su IV centenario. Esa misma prenda, bordada por Santa Bárbara siguiendo un dibujo del inigualable Rodríguez Ojeda, fue utilizada también en la estación de penitencia del año pasado.

Las sencillas andas, alumbradas por doce codales de cera roja sobre candeleros plateados, estaban adornadas con claveles y una mezcla de flores moradas sobre un lecho de hojas. Al poco de salir, al Cristo de las Tres Caídas se le desprendió una de las potencias, lo que hizo que en la calle Vázquez de Leca le fueran retiradas estas piezas de orfebrería, ofreciendo una imagen aún más humana si cabe.
Después de los devotos que se agolpaban tras las andas, se situaba a escasos metros el cuerpo de acólitos de la Virgen, que salió a la calle con los cánticos de su característica Salve Marinera, a la que le siguió el rezo del Ave María. La Esperanza, vestida de reina para un día tan grande como el del regreso a casa, refulgía aún más si cabe tras conocerse en la misma mañana de ayer que se le concederá la tan ansiada Medalla de Oro de la Ciudad. Vestía un manto de camarín azul bordado en oro y también era alumbrado por una decena de codales de cera blanca.

En el mismo momento en que la Virgen dirigía su mirada a las personas que se apretaban en la Plazuela de Santa Ana, se hizo un silencio casi de cofradía de ruan que muestra a las claras que son sus cofradías las que marcan el pulso al viejo arrabal. Una hora después, los titulares entraban en la Capilla de los Marineros tras ofrecer una imagen especial en Pureza. Contemplar de un solo golpe de vista a las Tres Caídas y a la Esperanza en la calle es algo digno de recordar.

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