Cofradías

La felicidad no pudo ser completa

Los pronósticos ‘engañaron’ al Polígono, única cofradía del Lunes Santo que decidió quedarse en casa ante la amenaza de lluvia

el 18 abr 2011 / 20:26 h.

La Semana Santa de 2011 no tardó mucho en ver quebrada su anhelada plenitud. Sin que el cielo descargara ni una sola gota de agua sobre la ciudad, la novena hermandad de la nómina, la del Polígono de San Pablo , decidía bien temprano no salir. Escarmentada por su amarga experiencia del año pasado y condicionada por los amenazantes pronósticos meteorológicos que auguraban un Lunes aciago, la penúltima hermandad en incorporarse a la nómina de la Semana Santa ni siquiera recurrió al comodín de una posible prórroga para demorar su salida. "Hay que valorar que lo más importante que tiene la hermandad son los hermanos y tenemos que cuidarlos", decía un concienciado hermano mayor, Manuel Márquez, sabedor de que todo el crédito de que podría disponer para adoptar una decisión arriesgada lo dilapidó de un plumazo el año pasado. Se truncó la fiesta local por excelencia del Polígono de San Pablo. Y la historia de esta Semana Santa se dejó un jirón enganchado en los muros de la parroquia de San Ignacio de Loyola.

Desafiando los pronósticos y apurando al máximo las opciones que le daba el reloj, la siguiente hermandad en tener que jugársela bajo un cielo plomizo, puso rumbo a la Catedral con una hora de retraso. El Lunes Santo descorría su telón en el Tiro de Línea, donde a la salida de ambos pasos hubo recuerdos para los hermanos del Polígono y para Paz Vélez, el padre material de los titulares de esta cofradía. En un intento por recuperar parte del tiempo perdido en su maratón hacia el corazón de la ciudad, los nazarenos de escudo mercedario prescindieron de su tránsito por la zona del Arenal y desde Correos se plantaron en la Plaza Nueva discurriendo, a la inversa, por la Avenida de la Constitución. Muy llamativo, por diferente, resultó el exorno floral de ambos pasos, especialmente el del Cautivo, con un monte de claveles rosa granate y un friso de rosas y jacintos en tonos malva.

Hasta el sol quiso asomarse a la Campana para saludar las bodas de oro de la primera salida de la Virgen del Rocío, recibida con una grandiosa petalada en el inicio de la Carrera Oficial. Allí, ante la atenta mirada del obispo auxiliar, Santiago Gómez Sierra, y del presidente de la Hermandad Matriz de Almonte, José Joaquín Gil Cabrera, el palio de la dolorosa de la antigua plaza de López Pintado se levantó triunfalmente a pulso a los sones del flautín de la marcha de Vidrié.

La cofradía de la calle Santiago dibujó las estampas más inéditas del día en su nuevo y excepcional recorrido jubilar por los Jardines de Murillo, transmutados en un Getsemaní sevillano para que Judas cumpliera su traición. Santa Marta no faltó este año a su cita. Todo es más fácil si la decisión se toma bajo un cielo azul celeste. Por vez primera en su historia, el sobrecogedor misterio del Traslado al Sepulcro lució jacintos morados en lugar de los tradicionales lirios, que escasean por las fechas tan tardías de esta Semana Santa.

Con el Señor ataviado con una túnica lisa en color corinto, el misterio de San Gonzalo, adornado con orquídeas dendrobios color cardenal, levanta, con sus izquierdos por delante, pasiones allá por donde transita. Se cumplen 25 años desde que Bienvenido Puelles compusiera Requiem, la marcha con la que el paso del Soberano se adentra en la Campana. Sobre el bastidor del palio de la Salud se amontonan los pétalos que ayer estaban predestinados para la Virgen del Rosario del Polígono.

En el interior de la capilla del Dulce Nombre de Jesús se reza la primera estación. Los nazarenos de la Vera-Cruz, este año todos con cera verde al cuadril, el color identitario de la hermandad, inician su estación de penitencia meditando sobre las estaciones del Viacrucis. La séptima estación, bajo las bóvedas de la Catedral, y la última, otra vez en la capilla, ya de vuelta.

Pasadas las ocho y media de la tarde, una ligerísima llovizna hace abrir algunos paraguas. Nada, un sustillo. La saeta del Niño de Espera a la Cruz de Guía de Las Penas de San Vicente presagia el clasicismo de sus dos pasos, cuyas velas de faroles y guardabrisones aparecen este año pintadas a mano con motivos marianos y pasionistas.

Con una nueva junta al frente, la cofradía de Las Aguas ha emprendido un viaje por recuperar unas señas de identidad perdidas años atrás entre extrañas representaciones e influencias sicilianas. De su cortejo desaparecieron ayer las representaciones de Correos y del Cuerpo Diplomático, mientras que a Guadalupe se la despojó de numerosos abalorios.

El ocaso del Lunes lo ponen la serpenteante expiración del Cristo del Museo, el bullicio de sus 170 monaguillos infantes y el primoroso exorno de narcisos del palio de las Aguas.

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