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La generación perdida

Un artículo que publiqué en este diario, dedicado a las diferencias entre la transición democrática y la segunda transición del aznarismo, ha tenido secuela en un artículo firmado por ese lujo para Andalucía que se llama Pascual Rivas.

el 15 sep 2009 / 02:37 h.

Un artículo que publiqué en este diario, dedicado a las diferencias entre la transición democrática y la segunda transición del aznarismo, ha tenido secuela en un artículo firmado por ese lujo para Andalucía que se llama Pascual Rivas. El ex rector universitario y veterano socialista, ha propuesto sumar al análisis de las dos generaciones de ambas transiciones, la perspectiva de otra generación. La que él imaginaba como heredera natural de los socialistas de los años 80. Un colectivo que, en sus propias palabras, "se define menos como generación y más como singularidades, siendo profesionales bien preparados que pasan frecuentemente de lo público a lo privado y de la política a la administración". A lo que añade, "hace años pensé en ellos como salvación y contrapartida de la política nacida en los años ochenta, que era, en general, más profesional que ideológica y más interesada que preparada. Por comparación con la generación de la transición, que sí ha sido y es una generación, aunque en retirada o retirada, pensaba que la seguiría otra generación, pero no ha sido así".

En Alemania se usó el concepto de "hijos y nietos" de Willy Brandt, para distinguir entre el grupo generacional fulminado por el ciclo conservador de Kohl y los que estaban llamados a superarlo. En Gran Bretaña, gobernando los laboristas, David Miliband, ministro de Blair con 36 años y ministro de exteriores a los 42 con Gordon Brown, ha afirmado que "somos una generación optimista, no por la juventud sino por la experiencia. La experiencia de la generación mejor formada y con más capacidad de realizar su propia historia".

En lo que respecta España, Pascual ha intuido bien la posibilidad de que los "hijos de Felipe González" vean, en los próximos años, pasar de largo definitivamente "su época". Un colectivo con un recuerdo infantil o familiar de la dictadura. Que simultaneó la mayoría de edad legal con su primer voto en las urnas en el 82. Jóvenes con más de 25 años de militancia socialista a sus espaldas. Emigrantes sin retorno de lo público a lo privado. Testigos mudos del sutil deslizamiento de las canteras naturales de la izquierda en el mundo del conocimiento, en la sociedad civil, en el ámbito de las reivindicaciones sociales, hacia las leyes de la cooptación en la administración pública o en la vida institucional. La política debe ser ilusión, seducción, movilización. Algo que también debe contener identificación generacional. Afinidad con una forma de ver y entender la vida, con los problemas, los retos, las incertidumbres, incluso con una visión propia del pasado. Una comunicación casi invisible, imprescindible para solidificar amplias mayorías sociales, para garantizar continuidades frente a rupturas. Por eso es difícil explicar el escaso protagonismo actual de esa suma de singularidades que cita Pascual. Una generación en riesgo de perderse para la Historia de España. Una generación que corre el riesgo de entregarse sin transición a los nietos de Felipe.

Abogado

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