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La gota que colmó al taxi

En vísperas de la manifestación de taxistas con destino a la Plaza Nueva para protestar por el, a su juicio, exceso de licencias y la manga ancha con el intrusismo, El Correo ha recorrido con un taxista las calles de la ciudad para conocer sus problemas.

el 19 nov 2009 / 16:23 h.

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Aunque lleva al volante desde las ocho menos cuarto de la mañana, José Manuel Guerrero apenas ha conseguido 15 euros de recaudación a mediodía.  La mañana no es ni mejor ni peor que otra de finales de 2009 para este taxista de Sevilla desde que empezaron a venir los meses malos de la crisis. En todo caso su jornada se prolongará hasta las diez de la noche y le dejará unas 10 carreras, la tercera parte que hace cuatro o cinco años.

Este profesional del volante, de 47 años, lleva desde los 25 conduciendo pasajeros. Las horas sentado le empiezan a pasar factura en las cervicales y las lumbares, pero aún no ha llegado a darse de baja. Vecino del Cerro del Águila, es uno más de los taxistas de Sevilla, que, entre autónomos y asalariados, conducen 2.200 taxis en la capital. Agradece que los clientes le den conversación: son más de 12 horas solo en el habitáculo.

El viernes José Manuel irá a la huelga porque asume las reivindicaciones de la Unión Sevillana del Taxi y Solidaridad Hispalense del Taxi, fundamentalmente poner coto al "exceso de licencias" y al "intrusismo", según los convocantes. La movilización llega en uno de los momentos más flojos para el negocio del taxi a lo largo del año: el mes de noviembre.

"Suelo trabajar por los barrios del Cerro, de Juan XXIII, Amate, Triana o Los Remedios: en el centro el tráfico es un caos", expone a bordo de su Peugeot, un coche de diez años y 122.000 kilómetros que, es consciente, deberá renovar en un máximo de dos o tres años porque su vida útil se acaba, aunque aún no se ha topado con ninguna avería grave.

El nuevo vehículo, que tiene que tener unas medidas especiales de maletero y asientos para que resulte espacioso, le costará unos 18.000 euros y la sucesión de días y meses flojos dificulta el ahorro. Al menos hace años que amortizó la licencia, un permiso que cuesta 66.000 euros. "El taxista tiene que tener muchos jarritos y buena cabeza. Un jarrito para Hacienda, otro para pagar la tasa de autónomo (250 euros), otro para renovar el coche... como gaste todo de golpe y no me administre pues no tengo paro", explica.

Las bajas se las abona la Seguridad Social a partir del tercer día. El combustible sale este año a una media de 10 euros al día, al menos en su caso. Otros compañeros del sector le han contado que se dejan 15 euros en recargar el depósito 365 veces al año.

También aumentan los gastos las inspecciones anuales, una a cargo de la Junta (ITV y taxímetro) y otra a cargo del Ayuntamiento. Además, un acuerdo entre las asociaciones del taxi y el Ayuntamiento congelará las tarifas en 2010. En cualquier caso, por muchos jarritos que se pongan casi siempre hay algún préstamo pendiente... cuando no la hipoteca de la vivienda, que les atenaza igual que al resto de la población.

¿Qué zonas son más ricas en clientes? Santa Justa y el aeropuerto. Pero el botín de viajeros del AVE se los disputan tantos taxistas que las esperas llegan a prolongarse durante 90 minutos... cuando no aparecen furgonetas de transporte ilegal, vehículos que se ofrecen a los turistas con ofertas que revientan la de los taxistas. José Manuel también refiere coches de particulares que hacen las noches de botellona el mismo recorrido por las dioscotecas llevando a cambio de dinero y sin licencia a los trasnochadores a sus casas.

"Antes trabajé muchos años de noche como asalariado y tragaba mucho", recuerda. Ahora este taxista se puede permitir "lujos" como descansar la Nochevieja, aunque este año la endeble recaudación le ha animado a programar su trabajo el día 25 y el 31 por la mañana. En todo caso, los apuros de dinero no compensan ciertos riesgos: "Evito en lo que puedo las Tres Mil Viviendas y tampoco paro a personas con aspecto de poder ser peligrosas. No me complico la vida por perder una carrera". Aunque José Manuel nunca ha sido víctima de un atraco, cada vez que uno de estos asaltos se cobra la vida de un taxista la conmoción paraliza al gremio entero.

Si ésta es una época negra, los taxistas guardan un recuerdo imborrable de los seis meses de la Expo 92. En 2009 el taxímetro es todo un termómetro social: el aumento del paro ha acabado con las carreras cortas, de las de menos de cuatro euros; y quienes todavía trabajan ya no cogen un taxi de Rochelambert a la Cartuja, sino que aprovechan el Metro, los autobuses... y las bicis.

"Los carriles bici en las grandes avenidas estan muy bien. Pero aquí [Felipe II] fuerza a que el autobús, al parar, obligue a todos los demás coches a detenerse. ¿Por qué los ponen en las calles pequeñas?", se pregunta. No puede evitar reconocer por un lado el beneficio general, por otro la pérdida de clientes, relacionado con la puesta en marcha del Metro y Sevici . ¿Compensará al menos la peatonalización del centro? "Verá usted cuánta gente respeta las señales que reservan calles al autobús y al taxi", responde con ironía."No hay ni un solo guardia".

 

 

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