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Cultura

La letra con sangre entra

Con toda la ilusión y la perseverancia de la que el maestro Michael Thomas es capaz, va siendo hora sin embargo de que el conjunto se regenere y reinvente, dejando atrás repertorios trasnochados para abordar otros más frescos e innovadores.

el 23 feb 2014 / 17:17 h.

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BÉTICA DE CÁMARA *** 5º concierto de abono de la Orquesta Bética de Cámara. Ana Mar García de Quero, voz. Michael Thomas, director. Lugar: Sala Joaquín Turina de la Fundación Cajasol. Fecha: Domingo 23 de febrero de 2014. Programa: Obertura Egmont, de Beethoven; Suite de El amor brujo, de Falla; Pavana para una infanta difunta, de Ravel; Sinfonía nº 40, de Mozart. No hay que ser indulgente ni optimista, ni siquiera generoso, para celebrar cada nueva comparecencia de la recuperada Bética de Cámara. Los amantes de la música no hubiéramos imaginado ni en nuestros más fantásticos sueños que un día convergerían en la ciudad cuatro buenas orquestas, la Sinfónica, la Barroca, la Conjunta y la Bética, y dos más con vocación menos localista, como son la Academia de Estudios Orquestales y la Joven de Andalucía. El sueño se ha hecho realidad y, como la letra que con sangre entra, no nos cansamos de repetirlo para lograr generar ese sentimiento de satisfacción que ya sin duda merecemos. Con toda la ilusión y la perseverancia de la que el maestro Michael Thomas es capaz, va siendo hora sin embargo de que el conjunto se regenere y reinvente, dejando atrás repertorios trasnochados para abordar otros más frescos e innovadores. No es el caso de este quinto concierto de su primera temporada, un trasunto de los que la formación original acometió en tiempos de su fundador, el mismísimo Falla. La joven cantaora de formación académica clásica – también es violinista – Ana Mar García de Quero hizo gala de una voz poderosa, perfectamente modulada, de dicción precisa y clara y contundente proyección, tanto cantando como recitando El amor brujo, mientras la orquesta le arropó con prestancia y sentido del color. Antes el director extrajo de sus músicos una potente y vigorosa recreación de la Obertura Egmont de Beethoven. Un clasicismo que se repitió en una segunda parte más endeble con la 40 de Mozart, caracterizada por falta de equilibrio en los planos sonoros, diluyéndose todos los matices y volúmenes en un incómodo efecto masa. Los resultados fueron mejores en los pasajes enérgicos, menuetto y allegro assai, que en los más delicados, andante así como la Pavana de Ravel, por otro lado muy melancólica, que se revelaron mórbidos y faltos de inspiración, decepcionando en cantabilidad, ligereza y precisión. No nos cabe duda de que el esfuerzo y la responsabilidad que está demostrando la orquesta irá paulatinamente generando mejores frutos. Enhorabuena por cierto al público, que aunque no llenó la sala sí exhibió el respeto y la formación de la que otros carecen.

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