Economía

La lluvia salva 'in extremis' al cereal y devuelve el pasto a la dehesa

Justo en el momento en que más se necesitaban, cuando comienza la fase de espigado en el cereal y se generalizan las siembras de girasol y algodón, las recientes lluvias han caído como agua de mayo, al tiempo que han devuelto la hierba a la dehesa para alivio ganadero. En cambio, poco mejora el regadío. (Foto: Paco Cazalla).

el 15 sep 2009 / 02:09 h.

Justo en el momento en que más se necesitaban, cuando comienza la fase de espigado en el cereal y se generalizan las siembras de girasol y algodón, las recientes lluvias han caído como agua de mayo, al tiempo que han devuelto la hierba a la dehesa para alivio ganadero. En cambio, poco mejora el regadío.

Lamento cofrade, agraria alegría. Las lluvias de Semana Santa han permitido que los grandes cultivos de secano -básicamente, los trigos y las cebadas- se hayan recuperado en un momento clave, cuando ya comenzaban a mostrar síntomas de sequía, y hayan prosperado las siembras de girasol y algodón, al tiempo que la hierba ha retornado a la dehesa para gozo del ganado y se ha amortiguado la sequedad de las tierras de cara al riego.

Hace tan sólo una semana, los técnicos adscritos a la Consejería de Agricultura lanzaban serias advertencias sobre el impacto de esa falta de agua en los cultivos de invierno, perjudicados también por las temperaturas primaverales vividas en vísperas de Semana Santa. Así, en el observatorio de Marchena, en Sevilla, incluso se habían alcanzado unos "anormalmente elevados" 30 grados centígrados.

Cuando la humedad escasea, la planta tiende a acelerar su crecimiento (su desarrollo vegetativo), de ahí un rápido espigado que, al final, conlleva una disminución de la cosecha.

En concreto, en la provincia de Sevilla, la principal productora de trigo, los problemas comenzaban a aparecer en la comarca de Lebrija, mientras que la relativa normalidad reinaba en los campos de Carmona o Écija.

La lluvia, asimismo, ha permitido el nacimiento del girasol, ya sembrado en toda la provincia, y por la festividad de San José, el 19 de este mes, se generalizaba esta misma labor para el algodón, que también se beneficia, así, del agua caída.

El Ronquillo. Se mire por donde se mire, carencia de pastos en las dehesas, para martirio de unos ganaderos de bovino y porcino que han de acudir a la compra de paja, alfalfa y piensos para alimentar al ganado.

"Ha transcurrido ya la primera mitad del mes de marzo sin que las lluvias hayan remediado el déficit hídrico que viene padeciéndose", indican, al referirse a la ganadería, los técnicos del departamento que dirige el consejero Isaías Pérez Saldaña en su Boletín Semanal de Información Agraria. Y aunque el problema es generalizado en la comunidad, se revela con una especial incidencia en la provincia de Córdoba.

No hay aún datos para calibrar la aportación de los recientes chaparrones a los embalses. El último parte del órgano regulador de la cuenca, la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir (CHG), data del miércoles pasado. A esa fecha, los pantanos de regulación general del río, que son quince y conforman el principal aporte para el regadío, estaban al 26,04% de su capacidad, con 1.272,63 hectómetros cúbicos. Ese porcentaje es inferior en cinco puntos al 31,88% de hace ahora justo un año, y poco será el incremento que muestre el balance que publique hoy la CHG, de ahí que, por ahora, no cabe esperar cambios en las severas restricciones que se han impuesto al regadío: 1.000 metros cúbicos por hectárea, con un desembalse global de 350 hectómetros cúbicos, ni la tercera parte de una dotación normal, y cero agua para los arrozales.

Desde el inicio del año hidrológico, en octubre pasado, los embalses de la regulación general tan sólo han pasado del 22,2% al 26%, y entre el primero de marzo y el día 19 apenas han mejorado en una décima. Eso sí, los últimos chaparrones reducen la sequedad del terreno, reduciendo sus necesidades hídricas para cuando realmente la CHG abra los grifos.

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