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La memoria entierra al fantasma

La sede de la Consejería de Justicia, en la Gavidia, va a enterrar su pasado como escenario del alzamiento nacional en Sevilla. La Junta ha decidido crear allí el primer centro de estudios sobre la memoria histórica.

el 15 sep 2009 / 18:30 h.

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La sede de la Consejería de Justicia, en la Gavidia, va a enterrar su pasado como escenario del alzamiento nacional en Sevilla. La Junta ha decidido crear allí el primer centro de estudios sobre la memoria histórica. De Queipo de Llano, su radical inquilino, ya sólo quedará el olor a puro que deja su fantasma.

La antigua capitanía general de la Plaza de la Gavidia va a experimentar uno de esos vuelcos en los que la justicia ajusta las cuentas a la historia. La próxima legislatura, el edificio se convertirá en el Centro para la Investigación y la Documentación de la Memoria Histórica de Andalucía, una vez que la consejería se traslade al edificio en propiedad que se va a levantar frente a Santa Justa. Donde antes se ejecutó el golpe, ahora se estudiarán sus consecuencias. "Es la ubicación más idónea para el nuevo centro, por su carácter céntrico y por su simbolismo, porque supone dignificar a las víctimas", sostiene la consejera de Justicia, Evangelina Naranjo.

El 18 de julio de 1936, el general Gonzalo Queipo de Llano se escondió en una habitación del palacete. Al caer la tarde, sabedor del levantamiento del general Franco en Marruecos, se hizo fuerte y arrestó a los militares que seguían fieles a la II República, con los generales José Fernández de Villa-Abrille y Julián López-Viota a la cabeza. Esa misma noche, Queipo ya emitió desde allí su primer discurso incendiario a través de Radio Sevilla, uno de esos cientos en los que animaba a "matar como a un perro" a los defensores del Gobierno de Manuel Azaña y pedía a los suyos que fueran "preparando sepulturas". En los meses posteriores, hasta el fin de la guerra, el edificio de la Gavidia se convirtió en capitanía general de los alzados, así que por sus pasillos pasaron reos de alta graduación, se firmaron sentencias de muerte y se preparó el asedio de Madrid.

Eso fue entonces. Años después, el edificio fue quedándose sin actividad, hasta limitarse a la farmacia militar, con entrada por Jesús del Gran Poder. Después, el olvido y la dejadez, empeorada con la presencia constante de okupas. En 1999, la Junta de Andalucía comenzó su remodelación y dos años después, la Consejería de Justicia y Administración Pública estrenaba sede. Desaparecieron los restos de la represión, del ordeno y mando. Los empleados -y hasta la anterior consejera, María José López- afirman que, pese al lavado de cara, sigue notándose la presencia del general. O, al menos, de los puros que se fumaba. Es larga ya la leyenda del fantasma de Queipo, atrapado entre las paredes del cuartel. Hasta el viceconsejero, Alejandro Martín, reconoce que en su despacho, que es el que tenía el general, "huele raro". A base de ambientadores sobrevive desde que llegó a su nuevo cargo.

Queipo debe encontrarse un poco fuera de lugar en un edificio que ya poco parecido guarda con el que conoció. Los cristales de las ventanas han recuperado los escudos republicanos que un día tuvieron, los patios ven pasar a funcionarios y no a soldados, y no hay ni un símbolo del esplendor de la dictadura. El último que quedaba, tapado durante años con un escudo de la Junta andaluza, es un águila franquista en azulejos, retirado hace dos meses. Hoy dos conservadoras se afanan en limpiar bien las losas -con yugos, flechas y lemas del generalísimo-, porque Justicia va a donar la obra al museo de la región militar sur, en la Plaza de España. Que las familias de los represaliados que acudan al edificio no deban toparse con él no es motivo para obviar su valor histórico.

En el próximo mandato, los investigadores podrán acudir allí para visitar la biblioteca y el archivo digitalizado, el aulario de formación y las salas de exposición en las que se explicará qué penalidades trajo la dictadura a los andaluces. "Será un centro abierto a los ciudadanos que cuente la realidad", dice Naranjo. Lo demás son fantasmas.

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