La otra tarde pensamos ir con los nietos al cine de verano por hacerles vivir una aventura retro pero vimos que íbamos a vivirla nosotros si, como era de prever, se nos dormían: el único que echaban una película de las de cine de verano era en el del Parque del Alamillo y ya no estamos para cargar con unas criaturas a lo largo de varios cientos de metros. Así que decidimos dar un paseo a la puesta del sol por la Cornisa del Aljarafe contando con que después saldría la luna llena por levante. El ocaso solar aljarafeño, literariamente hablando, fue desde Bécquer un recurso muy usado; en cambio el espectáculo de ver aparecer una luna, roja e inmensa, que llena los cerros de Alcalá no ha sido vendido adecuadamente por San Juán, Mairena o Gelves.
Los dos últimos, además, tienen parques en la cornisa, el de Porzuna y el de las Cigüeñas, que en realidad casi podrían formar uno solo. Éste, obra con mimo de Ángel Oliveros cuando era alcalde de Gelves, debía poner en valor una zona de antiguas haciendas con los arroyos, acequias y albercas, las mismas que se esconden en los poemas de Almutamid y se extienden por la base de los cuadros de Pacheco y Zurbarán. Viendo su estado actual aquel propósito no se ha cumplido porque el parque está en un estado extremo de suciedad y desidia; no sé si de ello son responsables quienes continuaron al frente del municipio o si el recinto tiene usuarios dedicados profesionalmente al vandalismo.
El enclave privilegiado del Siglo de Oro, paraje de descanso de Felipe II durante su estancia en Sevilla era una ruina. Nada tenía que ver con el lugar de los amores de Fernando de Herrera y su condesa que sale a relucir en sus versos; era, sencilla y dramáticamente, el paisaje de después de una batalla. Bajo la luna parecía uno de los cementerios de George Bernanos.
