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La mujer que sólo quiso pintar

el 29 dic 2012 / 18:34 h.

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Cecilia Giménez (Borja, Zaragoza, 1927), que ha pintado sin querer el último icono pop que ha dado la vuelta al mundo, vuelve a ser la protagonista del fin de año. Su participación en un programa navideño el próximo día 30 y su reciente fichaje por una agencia de publicidad la han convertido de nuevo en el centro de atención. "¡Cómo iba a pensar yo que iba a acabar haciendo esto!", indica la pintora en su casa de Borja, siempre rodeada de medios de comunicación.

Insiste en que lo mejor de esta experiencia, que comenzó a finales de agosto, cuando la imagen de su restauración de un eccehomo ubicado en una ermita cercana a su pueblo causó la estupefacción del mundo entero, ha sido el cariño recibido de la gente. Pero no puede ocultar su cansancio. Han pasado muchas cosas desde que creó la imagen en un descuido. Homenajeado y parodiado en todo el mundo, el eccehomo apareció en cientos de medios y ha recibido en internet los rostros de Rajoy, la duquesa de Alba o Alf. Las marcas quieren contar con su imagen de ternura y espontaneidad a toda costa y hasta se habla de hacer una película con su peripecia en la restauración.

"He recibido apoyos de todo el mundo desde Venezuela a Estados Unidos", asegura Cecilia en la pequeña mesa camilla del salón de su casa. "También Japón", apostilla su hermana Esperanza. "¡Uy en Japón! En Japón ha sido una locura", responde casi asustada. Ha recibido ya la visita de casi una decena de equipos de rodaje nipón en este tiempo. Dice que hablan mucho y que intentan hacer demasiadas cosas en muy poco tiempo. El día que visitamos a la pintora, sin ir más lejos, un equipo preparaba un reportaje para un programa de variedades. Ni siquiera los propios miembros de la comitiva se explicaban la pasión que levanta la figura de Cecilia en su país. Ni ella sabe los millones de personas que habrán visto los cuadros que llenan todas las paredes de su casa.

Las primeras semanas fueron las peores. "Pasaba los días llorando, sin hacer la comida", indica su hermana. Su primera relación con los medios fue de camino a comprar leche, en los alrededores del santuario. Una cámara de TVE la abordó y realizó sus primeras declaraciones, que dieron la vuelta al mundo. "Salgo con cara de asustada, pero siempre ponen esa imagen por todos los sitios, ¡madre mía, con lo mal que estoy!", explica. A partir de entonces han tenido cámaras en su casa todos los días. Y lo recalca.

En la actualidad Cecilia y sus abogados están metidos de lleno en el conflicto por los derechos de autor del eccehomo. Puntualiza que prácticamente todas las reproducciones se han hecho "sin permiso de nadie". Por ese motivo, en sus relaciones con la prensa y la publicidad tratan de evitar la figura que la ha convertido en una persona de reconocimiento mundial y centrarse en su propia marca, sin problemas de royalties ni conflictos de explotación.

En relación con la obra del templo están intentando llegar a un acuerdo entre las tres partes implicadas: la fundación Sancti Spiritus de la que depende el santuario, los nietos y biznietos del pintor original (Elías García Martínez) y Cecilia. Su abogado, Antonio Val-Carreres, explica que quieren alcanzar un acuerdo satisfactorio para todas las partes.
Mientras, trabajan por sacarle el máximo rendimiento a la figura de la pintora. Sobre su fichaje por una agencia de comunicación Cecilia dice: "No sé qué podré hacer". Es su abogado el que le ayuda a responder. Será la directora de arte, poniendo "su visión del mundo de la publicidad, su humanidad y su ilusión".

Antes de participar en el programa de Nochevieja de Neox, la pintora sorprendió a todo el mundo con la donación a Cáritas de una de sus obras: "Me llamaron de la COPE y acepté", explica. Les mandó un cuadro con una bodega al que "tenía mucho cariño". Dice que lo hizo porque era para Cáritas. "Todos tenemos que intentar hacer lo posible para evitar la crisis", asegura. Seguramente realizará alguna otra subasta benéfica de alguna de las obras que tiene colgadas. Las personas en las que ha delegado las labores de comunicación y representación serán las que se encarguen de elegir y enviar a Madrid la imagen. Cecilia parece ajena, centrada en sus pinceles.

También ha recibido encargos y ofertas de venta. Por ahora, ni ella ni sus representantes mueven ficha hasta que se serenen los ánimos. "Ahora estoy pintando para poder hacer una exposición". Todavía no ha decidido dónde será, pues está "escuchando ofertas". Lo de escuchar propuestas es algo de lo que se ha cansado estos días: agencias, marcas, televisiones. Todos han pasado por Borja. Pero eso sí. Ninguna para ejercer de restauradora. Y aunque las hubiera, no aceptaría. Lo tiene muy claro. "Yo no soy restauradora", asegura con rotundidad. "Para ejercer hace falta un título, a mí lo que me gusta es pintar; restaurar no".

De hecho, su gran pasión es la pintura clásica. "No me gustan los cuadros que no comprendo, serán bonitos, pero a mí no me dicen nada". Los trazos realistas son los que más le interesan y nada la abstracción, pese a que su obra más famosa está emparentada con las vanguardias más iconoclastas. Cecilia comenzó a pintar en el colegio, con una monja. La pintura al óleo la perfeccionó tras su boda gracias a unos amigos de Zaragoza. "Con ellos íbamos en un coche a los pueblos de la zona y pintábamos paisajes".
En lo personal, la fama la ha vivido con el sistema nervioso en el filo. "Le ha desbordado", apostilla su hermana. Pero no para y poco a poco ha ganado soltura con las cámaras. Ha protagonizado un documental y cientos de entrevistas en las que se muestra cansada de repetir lo mismo. Volver a su vida anterior parece imposible.

Pero en este tiempo no solo ha cambiado Cecilia. Borja, un municipio de 5.000 habitantes ha recibido una atención inesperada. Y aunque han pasado ya cuatro meses desde que todo el mundo comenzó a situarlos en el mapa, las conversaciones todavía giran sobre lo mismo. En uno de los bares de la plaza los parroquianos comentan los pases del documental. En la pared, bajo un cuadro con una vista de Borja, un cartel avisa: Pintado por Cecilia Giménez, autora del Ecce Homo.
La pintora agradece enormemente su cariño de sus vecinos y cuenta una anécdota para ejemplificarlo. En los primeros días de revolución mediática escuchó gritos en la fuente que hay frente a su casa. Hasta a la cocina llegaba el alboroto: "¡Ce-ci-lia!, ¡Ce-ci-lia!" Al asomarse encontró a un grupo de niños que le cantaban porque la habían visto en la tele.
En esas primeras semanas fue sonada su discrepancia con el sacerdote responsable del santuario (don Florencio). Todavía no se explica la pequeña traición que le infringió cuando declaró que había actuado en la obra original sin su permiso. "Siempre me decía: «Cecilia, muy bien». Si no quería que lo hiciera tendría que haberme dicho: «No lo toques», en lugar de decirme: «Cómo se nota que ha estado usted arreglándolo»", lamenta. Eso sí, reconoce que aquel día de agosto no pidió permiso porque todo el mundo sabía que lo hacía.

Cuando emprendió la última -y brillante- restauración, cada vez que añadía pintura con el pincel esta se corría por culpa del salitre. "No se podía hacer nada", recuerda. En ese momento decidió mancharlo todo y esperar a que se secara. Y se fue de viaje. Entonces fue cuando pasó lo que pasó. "Al volver a Borja ya me encontré que había salido en todos los sitios: y cuando se metió en internet todo se complicó", reflexiona. Fue su hermana la que le dijo al regresar de un viaje en la sierra de Albarracín -al que había ido con su hijo discapacitado- que se había metido en un jaleo. Le dijo en broma que la iban a llevar a la cárcel.

Por ahora, al próximo año le pide que sea mucho más tranquilo. "Como estaré más acostumbrada a estas cosas lo llevaré con otra paciencia y más alegría, que al principio no la tenía". Y seguir pintando sin renunciar a su estilo. "Lo que he hecho siempre".

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