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La noche se hizo silencio en un rincón de San Vicente

el 15 sep 2009 / 01:55 h.

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La brisa del río Guadalquivir se coló por las estrechas calles del barrio de San Vicente. El frío sorprendió en la noche de Lunes Santo al cortejo infantil que guardaba a la entrada de la parroquia de la calle Cardenal Cisneros y a la multitud sentada en los bordillos de la vecina calle San Vicente.

Pero el frío y el murmullo cesan de golpe. Llega el silencio al abrirse las puertas, que sólo se rompe con la voz del saetero, que le canta a la cruz de guía. Pero, tras sus palabras, ni un aplauso ni un gesto de admiración: sólo respeto callado al Cristo de las Penas, que asoma con su cruz de carey poco después.

Su discurrir por la calle Cardenal Cisneros sólo está acompasado por la banda de Tejera, que le tocó Jesús de las Penas, en el único momento con banda de música. El resto de la estación la realizó con marcha fúnebre.

La brisa hizo mover los naranjos, llenos de azahar, e intentó apagar sin éxito la candelería de la Virgen de los Dolores. Sin prisas, enfiló San Vicente al son de Tres dolores son mis penas con el recuer- do imborrable al que fue 35 años su vesti- dor y que, desde el viernes, da nombre a un rincón de San Vicente: Juan Carrero.

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