Economía

«La plantilla que va al gimnasio tiene menos bajas»

Es socio de Cartuja Sport , gimnasio que montó con sus dos hermanos hace más de una década. A pesar de la crisis, asegura que su negocio le va muy bien por la fidelidad de la clientela y por la situación de sus instalaciones, ya que el 90% procede de Cartuja

el 05 feb 2011 / 19:27 h.

Francisco Ruz, en la sala de máquinas del gimnasio Cartuja Sport de Sevilla.

-Al principio, ver un gimnasio en Cartuja chocaba. ¿Cómo se les ocurrió la idea?

-Fue una lucha que afrontamos mis hermanos y yo. Tuvimos que hipotecar hasta el perro, lo arriesgamos todo, pues que te prestaran dos millones para abrir un gimnasio era complicado. Un día apostó por el proyecto El Monte y compramos el edificio, que durante la Expo'92 era el de Naciones Unidas. Estuvimos casi dos años de obras, tuvimos que tirar todo, sólo dejamos la parte exterior. Fue el periodo de los grandes apuros, pero nos conocía mucha gente en Sevilla, no sólo por la competición, aunque esto fue importante ya que habíamos ganado campeonatos, sino también porque éramos cuatro o cinco en el negocio de los gimnasios, así que nos conocíamos todos. Además, teníamos la confianza de la gente que iba a nuestros otros gimnasios, a los que no les importó trasladarse aquí. A ellos se sumaron los trabajadores de Cartuja y los estudiantes de Ingenieros. Fue un éxito total.

-¿También al principio?

-Abrimos un 15 de diciembre, porque no teníamos dinero, y nos quedamos asombrados porque el primer día había una cola de 70 u 80 personas. A partir de ahí, subíamos en número de inscripciones todos los años.

-¿Ni siquiera la crisis le ha mermado la demanda?

-Cuando llegó, por suerte, teníamos nuestra propia clientela. En lo que notamos más la crisis es en que la gente no paga con la misma alegría que antes. Va mes a mes, te regatea más... pero la afluencia es la misma. Las empresas de Cartuja cuentan con trabajadores que tienen un poder adquisitivo medio-alto, a los que la cercanía de las instalaciones les viene muy bien. El 90% de nuestros clientes procede de la isla. Tenemos convenios especiales con la mayoría de las empresas y muchas se están dando cuenta de la importancia de que sus trabajadores hagan deporte. De hecho, pagan parte de la suscripción porque es una ventaja competitiva para la empresa, ya que la gente se siente mejor e incluso se reduce el número de bajas.

-¿Y los clientes acuden ahora con más asiduidad? Antes muchos se apuntaban en fechas clave pero al final no acudían al gimnasio...

-Eso va cambiando. Antes se apuntaba mucha gente en enero, mayo y septiembre, pero se borraba al mes siguiente, porque pensaba que un gimnasio hace milagros. Poco a poco, la clientela se ha dado cuenta de que el deporte es salud. Antes, en esas fechas, se apuntaban diez y se borraban ocho. Ahora la proporción es justo la contraria. Además, nosotros hacemos un seguimiento a todos nuestros clientes, en el que incluimos consejos de alimentación, y precisamente este gabinete es el que hace que mucha más gente continúe.

-¿Qué supone unir esta oferta a la deportiva?

-A la hora de hablar, lo hacemos de salud, no de imagen. Cuando es así, a la gente le sube la autoestima. Hay que cumplir un poco el papel de psicólogo.

-Son los únicos por ahora que se han asentado en el parque tecnológico. ¿Temen a la competencia?

-Montar un gimnasio cuesta mucho, y en Cartuja no están los terrenos baratos. La gente no se viene sabiendo que ya funciona otro gimnasio bien valorado. Al principio compramos el edificio y pagamos un canon por el suelo de 8.000 euros al mes para explotarlo. Como fuimos pesados, conseguimos que en 2004 nos vendieran el terreno. Fue una apuesta porque nosotros no somos ricos, somos unos currantes. En la vida nos dedicamos a trabajar y pensamos en eso y en el futuro de nuestros hijos.

-La suya es una empresa familiar en toda regla...

-Mi hija está en recepción, mi sobrino en la sala... y así todos. Nuestras mujeres también. De hecho, fueron las primeras profesoras de aeróbic que hubo en Sevilla. La siguiente generación ha mamado esto desde siempre.

-Y yéndole tan bien, ¿tiene nuevos proyectos?

-Crecer para controlar peor el negocio no es adecuado. Nos han ofrecido instalaciones a medias, pero no queremos. Lo que hagamos, será entre los tres, juntos y solos. Mis hermanos y yo nos llevamos muy bien, son mis mejores amigos. Somos una familia unida y, si alguien entra, podría crear problemas. Puedo estar discutiendo con mi hermano cinco minutos, pero sé que diez después voy a tomarme una cerveza con él. Una vez, Juan me dijo: "Antes de pelearme contigo, le meto fuego a los tres gimnasios". La familia es para nosotros lo más importante, más allá del negocio.

El perfil. Los hermanos Ruz se criaron en Cataluña porque su padre emigró allí por trabajo en los años sesenta. Los tres se hicieron maestros industriales y empezaron a trabajar en el oficio, aunque desde los 14 años estuvieron vinculados al mundo del deporte. "Con 17 años volvimos al sur y seguimos trabajando en el sector metalúrgico pero, a la vez, tanto mi hermano Juan como yo comenzamos a competir en fitness, culturismo y lucha profesional, a la que nos hemos dedicado durante más de 20 años". De hecho, una fotografía de uno de los múltiples campeonatos en los que ha participado a lo largo de su trayectoria deportiva preside su despacho. Él es el encargado de hacer el seguimiento nutricional a los clientes que lo soliciten. "Poco a poco nos fuimos formando en campos relacionados con el deporte, como la medicina deportiva, quiromasaje, nos hicimos entrenadores nacionales", una formación complementaria que le ha servido para prestar más servicios a la clientela. Su andadura comenzó cuando abrió junto a sus hermanos los gimnasios Fuerza y Salud, aunque su sueño llegó en 1999, con la puesta en marcha de Cartuja Sport.

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