Cultura

La polémica está servida

Lars Von Trier, un cineasta que, autoproclamado "el mejor director del mundo", vuelve a poner a prueba como ya lo ha hecho tantas otras veces (y recuerdo con especial intensidad lo interminable de Dogville) la paciencia del público, retando además ahora al mismo a soportar varias secuencias de tremenda violencia.

el 16 sep 2009 / 07:53 h.

Ocho menos cinco de la tarde. En la sala siete del cine una treintena de almas dan buena cuenta de refrigerios y cubos de palomitas mientras aguardan con paciencia el mágico momento del apagado de luces. Cuando éste se produce, un par de trailers poco interesantes (lo último de la Zellweger e Infectados) dan paso a Anticristo, un filme cuyos primeros minutos ya son una dura prueba de resistencia para el tipo de público que suele acudir un sábado por la tarde a los multicines esperando un rato de evasión y poco más. Ciento cuatro minutos después se encienden las luces. En la sala sólo queda un servidor que, atento al filme, no se ha percatado del paulatino abandono de sus respectivas butacas del reducido grupo con el que compartía espacio una hora antes.

¿Qué ha podido pasar en el interín para que tantas personas prefieran dar por tirado el (alto) precio de una entrada? Muy sencillo. Lars Von Trier, un cineasta que, autoproclamado "el mejor director del mundo", vuelve a poner a prueba como ya lo ha hecho tantas otras veces (y recuerdo con especial intensidad lo interminable de Dogville) la paciencia del público, retando además ahora al mismo a soportar varias secuencias de tremenda violencia visual con amputaciones de órganos sexuales que carecen de sentido en la contextualidad de una película a la que resulta casi imposible enmarcar en un género en concreto.

Dice Trier que Anticristo es un filme de terror en el que se pone de manifiesto el caos de la naturaleza y el miedo primitivo que de él se deriva. Y si bien es cierto que a través de una fotografía fascinante y las interpretaciones de sus actores, Willem Defoe y Charlotte Gainsbourg, el realizador danés nos muestra la cara menos amable de lo que normalmente se nos dibuja como bucólico y pacífico, no lo es menos que el caos al que hace referencia se apodera del guión y la dirección hasta extremos insoportables.

Carente de ritmo (aunque no del todo de estructura), la cinta discurre con ritmo letánico a través de imágenes que en no pocas ocasiones se tornan en oníricas visiones sobre las que Trier no pretende en ningún momento arrojar algo de luz: es tarea del espectador tratar de encontrarle sentido al complicado puzzle de locura y degeneración al que se someten los dos únicos personajes, una propuesta que, dado el hermetismo y la poca universalidad de lo que se nos narra, resulta cuanto menos altamente complicada.

Anticristo está lejos de ser un filme fácil, agradable a los sentidos (los planos de mutilación obligan a cerrar momentáneamente los ojos) y condescendiente con el público. Pero claro, lo que en otras ocasiones podría haber sido una virtud (si hay algo que disfrute de una producción es el hecho de que rete a la inteligencia del espectador) se convierte aquí en una afrenta constante hacia los límites de lo que el respetable es capaz de tolerar.

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