Mientras Berlusconi repite que va a devolver Italia a una sociedad civil ahogada por el Estado (los italianos tienen una gran capacidad para la metáfora), en España la toma de posesión del Gobierno (y, tal vez, mañana la del Ejecutivo andaluz) ha sido civil por primera vez. Por primera vez ninguna ministra o ministro ha jurado sobre la Biblia, lo cual no es poco considerando que este país era una teocracia hasta hace 30 años, o sea, un estado en el que el poder religioso tenía preeminencia sobre el laico. Pero el poder es una cosa y la sociedad -sobre todo en Andalucía- otra. Un poder difusamente teocrático, cosecha de siglos, sigue siendo omnipresente.
Se casan sólo con ceremonia religiosa miles de personas que no practican la religión, tienen mucho peso opiniones de autoridades religiosas sobre asuntos civiles y nuestra sociedad se materializa en innumerables ocasiones por medio de actos confesionales. Cuando a principios del siglo pasado Eugenio Noel preparaba su libro España, nervio a nervio visitó el cementerio civil sevillano y luego escribió: "el pequeño cementerio civil de Sevilla es la viva imagen del poder civil en España". Tenía razón entonces y la tuvo hasta hace 6 días; y aunque, de momento, haya dejado de tenerla sólo por arriba, es importante. Casi tanto como la paridad porque aquí no fue precisamente el Estado el que ahogaba a la sociedad civil.
