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La Venta Loli dice adiós al Puerto

Tras 50 años al servicio de trabajadores como los de EADS-CASA o Astilleros, las deudas acaban con un negocio familiar con historia.

el 01 mar 2014 / 00:01 h.

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Fachada de la Venta Loli, en la carretera de la Esclusa número 4, el jueves pasado, el último día que estuvo abierta. Fachada de la Venta Loli, en la carretera de la Esclusa número 4, el jueves pasado, el último día que estuvo abierta. Los datos son evidentes: de 200 comidas al día se ha pasado a 20 o 30. De seis trabajadores contratados, a sólo uno. De tener las cuentas al día, a tener una deuda con el Puerto de 20.000 euros. El año 2013 ha sido fatídico para la Venta Loli de la Carretera de la Esclusa 4, que el pasado jueves colgó el cartel de cerrado para siempre dejando sin su menú habitual a trabajadores de EADS-CASA o el edificio Galia. Algunos de ellos pisaron por primera vez esta venta con sólo 14 o 16 años,  cuando empezaban a trabajar en Construcciones Aeronáuticas o Astilleros y cuando la Venta Loli todavía era una simple choza. Así que su cierre ha supuesto una triste sorpresa para muchos. «Queridos clientes, debido a la época que pasamos, la Venta Loli cierra hoy 27 de febrero sus puertas para siempre. Sólo deciros a todos vosotros, quienes habéis hecho posible que estemos a vuestro servicio 50 años, gracias y hasta siempre». Ésta es la despedida que reza en el cartel que la familia de Loli ha colgado en la puerta de su establecimiento. Ella, a sus 84 años, nunca imaginó que viviría este momento, mientras que sus hijos han estado alargando la agonía «para evitar que su madre lo viviera». Meli Builnes y sus dos hermanos han nacido y crecido en esta venta, puesta en marcha por su padre y su madre hace ya 50 años. «Mi hermano mayor, que tiene 52 años, llegó con dos años aquí, cuando la venta era sólo una choza. Todo lo que hay ahora lo levantó mi padre con sus manos», explica Meli, que defiende que prefiere que la Autoridad Portuaria derribe el edificio a ver cómo otros se hacen cargo del negocio. Ella nació allí y a sus 47 años confiesa que el tener que cerrarlo le ha partido el corazón, al igual que sus otros dos hermanos y su madre, abuela orgullosa de ya seis nietos. Todos vivían de la venta, como también Félix, que empezó a trabajar con la familia hace ya 27 años. Por el camino se quedaron otras cinco personas «en los últimos tres o cuatro años», explica Meli, quien apostilla que todos se fueron al paro con sus indemnizaciones. «Por eso estamos así, porque todo lo hicimos desde el primer día por lo legal, pagando Seguridad Social, impuestos... No como otros», critica. Lo cierto es que Meli admite que el negocio se fue abajo por la crisis económica que impera. «Se han ido muchas empresas del Puerto, muchos trabajadores ya no desayunan en la calle y hay quien hace un desayuno-almuerzo ligero. Los precios de las cosas han subido, pero nuestros precios siguen igual desde hace cinco o seis años porque hay mucha competencia. Así que no hemos podido afrontar la subida del IVA, del IRPF, el autónomo, el impuesto de sociedades... todo sube y  hay que añadir los 18.000 euros anuales que le pagábamos de alquiler al Puerto de Sevilla», explica después de señalar que no le han podido pagar a la Autoridad Portuaria los 20.000 euros pendientes desde enero del pasado año. Meli lamenta que el edificio Galia, «con unos alquileres muy altos», haya perdido muchas empresas, así como el cierre de los Astilleros, lo que mermó la clientela. «Ya no podíamos aguantar más porque llevábamos cuatro años poniéndole dinero al negocio», lamenta. Ella y su hermana incluso hipotecaron sus casas para intentar salvar la venta que sus padres habían levantado para poder darles una buena vida, pero ni eso salvó el negocio. «Al Puerto, además de los 18.000 euros anuales, le pagábamos –cuenta– un porcentaje de las ventas y en los últimos dos o tres años incluso la contribución». Y la relación con el Puerto no fue fácil. «Mis padres estuvieron pagando la contribución unos 40 años porque estaba a su nombre, pero la Autoridad Portuaria quería que rezase que el terreno era suyo y nos obligaron a cambiar de titular de la contribución. Nos quitaron los aparcamientos y cuando los clientes aparcaban en la carretera los multaban. Así que accedimos a cambiar el titular y empezaron a pagarla ellos, hasta que hace un par de años nos pasaron otra vez el recibo», argumenta Meli, quien, gracias a la ayuda familiar, ya tiene puestas sus esperanzas en otro negocio en Bormujos. Fuentes del Puerto, por su parte, aseguraron que el cierre de esta venta es exclusivamente por motivos económicos, porque las deudas acumuladas eran muchas, de ahí que no hayan renovado su autorización a principios de año. Sobre el futuro de la venta no concretaron nada. Está por decidir si se derribará, lo más probable, o si se buscará a otro empresario que quiera explotarla. Por ahora, los clientes de toda la vida de Loli y sus hijos se tendrán que buscar otra mesa.

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