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La Vía de la Plata

La Vía de la Plata no sólo estrena una obra de ingeniería; también reestrena relaciones de siglos porque esa "plata" del nombre no es sino "balata", empedrada en árabe, y alude claramente a la calzada romana...

el 15 sep 2009 / 00:19 h.

La Vía de la Plata no sólo estrena una obra de ingeniería; también reestrena relaciones de siglos porque esa "plata" del nombre no es sino "balata", empedrada en árabe, y alude claramente a la calzada romana que unía el sur y el norte peninsular sin intermediarios. Madrid no existió siempre. Entonces el alfoz, el mapa de Sevilla, llegaba hasta el Bodión, en realidad un riachuelo afluente del Ardila desde cuyas orillas aun se pelean de vez en cuando los chavales de dos pueblos -Monesterio y Calera de León- separados, parafraseando a Bernard Show, por ese río común en el que la Historia (aunque ellos no lo sepan) puso un límite que Niculoso Pisano intentó quitar con su cerámica de Tentudía y Santa Paula.

Por esos caminos transitaban las ovejas de lana meriní, hacedoras de los paños de Escocia, la loza de Talavera y los reyes que entrarían por la Puerta de la Macarena o, a partir de Felipe II, por la Puerta Real; la calle Castilla, hoy apartada y recoleta, era como indica su nombre el fin de un camino que Felipe V fue el último en recorrer. Los radios de la rueda Madrid se impusieron a partir de ahí y todos los viajeros, escritores para otros viajeros, dejaron de lado la ruta que, por no tener, no tuvo ni bandoleros. La decadencia de la Vía de la Plata fue, a compás, la de Sevilla. Ahora se abre un nuevo camino, desde y hacia una metrópolis: Madrid queda al margen.

Antonio Zoido es escritor e historiador

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