Inmersos en una crisis económica que se ha llevado por delante en España más de un millón de puestos de trabajo en un solo año, generan un cierto alivio datos como los publicados ayer en la Eurozona. Las dos grandes locomotoras de la economía europea, Alemania y Francia, han aumentado sus tasas de Producto Interior Bruto (PIB) después de cuatro trimestres consecutivos a la baja. La subida es leve (un 0,3% en ambos casos), pero sirve para que el Banco Central Europeo (BCE) diga en su último boletín que hay datos que avalan la tesis de que "la recesión global ha tocado fondo". Nuestro alivio es interesado. Como bien dijo ayer el secretario de Estado de Economía, Carlos Campa, "nos ayudará a crecer en la misma dirección que los demás". En una sociedad tan globalizada como la nuestra, en la que las economías están entrelazadas y apenas saben de fronteras, los síntomas de recuperación de las grandes economías debemos considerarlos casi como propios. En cuanto a las razones que alimentan estos brotes verdes, el BCE considera que son fruto de las "significativas políticas de estímulo" puestas en marcha por Estados Unidos y por los gobiernos europeos, un análisis que refrendaría la política económica diseñada por el equipo de José Luis Rodríguez Zapatero. A falta de liquidez para los proyectos privados, sólo una apuesta por las grandes inversiones financiadas desde lo público puede tapar los agujeros creados por el desplome financiero. España debe seguir por esa senda y también debe contribuir a que los datos de la Eurozona inicien una lenta mejora que permita generar los niveles de crecimiento necesarios para la creación de empleo, ahora un auténtico lastre que tiene en el paro a más de cuatro millones de parados. Hoy mismo, con la publicación de los datos del PIB español del segundo trimestre, sabremos si contribuimos con datos positivos o si mantenemos una de las tendencias más negativas del continente.
