La cooperativa sevillana Las Marismas de Lebrija, una de las más relevantes de la agroindustria sevillana, está en plena recolección de la zanahoria. Ésta en nada se parece al pepino, pero se acumula en los almacenes porque, aunque Bruselas ha levantado la alerta sanitaria, no tiene salida comercial. Las cadenas de distribución -hipermecados y supermercados- y los mayoristas europeos todavía siguen cancelando pedidos, ante la impotencia de los productores del Bajo Guadalquivir.
Jesús Valencia preside esa cooperativa. "De aquí salían unos 20 camiones semanales de zanahorias, sobre todo hacia Alemania, y no sale ni uno", señala confiando en que el recelo europeo se relaje a partir de hoy. "Me temo que la campaña ya se ha perdido", lamenta.
El perjuicio no es sólo para los agricultores, que ven cómo sus zanahorias se degradan y amontonan, sino también para el empleo. El pasado viernes, setenta mujeres de la planta de manipulación de la cooperativa se quedaron sin trabajo. De hecho, la producción se tuvo que parar. No cabía más en la despensa. Fuera de fecha, las zanahorias se estropean, y así no tienen aceptación comercial.
Valencia considera, asimismo, que hay ganadores en esta crisis que ha dañado la imagen de las frutas y hortalizas españolas, en referencia a otros países europeos, como Francia, que comienzan ahora la campaña de recolección, más tardía que en el caso del Bajo Guadalquivir.
El presidente de Las Marismas -produce algodón, concentrado de tomate, flor cortada, brócoles, zanahorias, cereales y girasol- mira a su alrededor y señala que hay otras cooperativas de la zona dedicadas al melón y la sandía que también están sufriendo los estragos de la parálisis del mercado.
El propio Jesús Valencia tuvo la oportunidad de trasladar sus inquietudes económicas y laborales al director general de Agricultura de la Unión Europea, José Manuel Silva, en un foro convocado por este periódico la semana pasada.
