Sólo 64 de los 154 cadáveres rescatados entre los restos del avión de Spanair que se estrelló el pasado miércoles en el aeropuerto de Barajas han sido identificados por el momento. El malestar de las familias de las víctimas es evidente, pues en los primeros momentos de dolor, nerviosismo y confusión se les ofrecieron expectativas de que en cuestión de horas podrían enterrar a sus allegados y tratar de recuperarse de esta pesadilla. El propio ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, manifestó públicamente su confianza en que ayer quedarían identificados la mayoría de los muertos. Pero tal deseo está muy lejos de cumplirse con tanta celeridad. El trabajo de los especialistas de la Policía Nacional, la Guardia Civil y el Instituto Anatómico Forense está resultando complejo a causa del estado de los restos y requerirá de plazos más largos para ser llevado a cabo, de hasta quince días en alguno de los casos. Los familiares alojados en el Hotel Auditorium de Madrid se reunieron ayer con los técnicos del Ministerio del Interior, responsable directo del proceso de identificación, quienes les explicaron los detalles del procedimiento y lograron apaciguar los ánimos de estas 'otras víctimas' de la tragedia. Pues la falta de explicaciones ha sido el peor error en la gestión de este siniestro, y esa desinformación el único reproche de las familias, que no quieren oír hablar de indemnizaciones y seguros, sólo quieren saber cómo pudo pasar y cuándo se va a terminar su calvario. Parece justificado ese desconcierto oficial de las primeras horas, pero cuatro días después del accidente noventa familias necesitan el oxígeno y la consideración de estas explicaciones para poder seguir adelante, y tal vez volver a sus casas a esperar, en lugar de permanecer en las frías habitaciones de un hotel, lejos de sus seres queridos y sin nada que hacer más que preguntarse si van a tener restos mortales que enterrar.
