Cultura

Las pinturas de Juan Guy vuelven a lucir en la iglesia de San Martín

La Maestranza de Caballería restaura las cuatro pinturas del retablo de la Piedad, realizadas por este desconocido pero prestigioso pintor romano del XVI que recaló en Sevilla.

el 06 oct 2009 / 19:46 h.

Representación en el Salvador Távora.

Conocido es el profesor Enrique Valdivieso por no andarse con eufemismos. Con la contundencia verbal que le caracteriza, el catedrático de Historia del Arte aseguró ayer que la restauración del retablo de la Piedad de la iglesia de San Martín ha convertido "un horrendo trastero" en "una pequeña joya que bien podría estar en el Museo de Bellas Artes".

Ni rastro de ese almacén abandonado de "estado lamentable" en que se había convertido la capilla lateral de la iglesia de San Martín. Gracias a la colaboración entre la hermandad de la Lanzada y la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, ese "desaguisado" es hoy una coqueta estancia presidida por un pequeño retablo calificado por Valdivieso, la voz más autorizada en Barroco sevillano, como "joyita exquisita y admirable" que se ha salvado para la cultura local.

A saber: el retablo se encuentra en la capillita de la Virgen del Reposo que se abre del lado de la Epístola en la iglesia. Un espacio que permaneció cerrado al culto durante mucho tiempo debido al mal estado en el que se encontraba. La hermandad veló por su recuperación, interviniendo en el inmueble para frenar los problemas de humedad que afectaban tanto a los muros como al retablo que cobija.

Sin embargo, la intervención se ha centrado en las pinturas que integran el altar, una grande que ocupa el lugar central (un enterramiento de Cristo obra de Juan Guy, pintor romano que llegó a la ciudad en los primeros años del 1600) y otras cuatro menores que representan la Resurrección y la Ascensión de Cristo y las devociones de San Lorenzo y San Esteban, del mismo autor.

Entre las rarezas y peculiaridades que hacen único este retablo no se encuentra sólo la autoría de sus pinturas -un artista "de máxima calidad" pero poco conocido en la ciudad, y del que sólo existe un Crucificado de grandes dimensiones propiedad del Ayuntamiento de Sevilla-, sino la datación dispar del conjunto. Y es que, según recordó Valdivieso, "200 años separan al soporte arquitectónico de los cuadros". Así, mientras que el primero "es de estilo rococó, de la época de Carlos III", las pinturas, de 1608, "corresponden al reinado de Felipe III". "El tiempo ha unido unas dinastías con otras en esta joya artística exquisita, de la que Sevilla debe sentirse orgullosa", aseguró Valdivieso.

Así las cosas, y con el cuadro central de Juan Guy ya restaurado -en una intervención que finalizó en 2002-, el equipo de restauración dirigido por María Arjonilla se ha centrado ahora en la puesta en valor de las cuatro pinturas adyacentes, unos lienzos que, según explicó ayer a la prensa la restauradora, "mostraban indicadores de alteración relacionados con la humedad: movimientos y deformaciones en los soportes, pérdidas de adhesión respecto a la madera que les sirve de apoyo, estratos pictóricos con acentuados cuarteados, pérdidas en aumento, barnices alterados y opacos... Y en general, suciedad superficial, manchas de diversa procedencia y golpes, arañazos y rotos debidos a causas fortuitas".

Uno de los aspectos más espinosos de esta restauración -en el que se basa, paradójicamente, su éxito- fue la decisión de separar las pinturas del retablo -"un momento de dolor, sin duda, para todo restaurador, aunque inevitable", señaló Arjonilla-. Una vez independizados, "el criterio que ha primado en la intervención ha sido ante todo el de conservación directa, actuando sobre el soporte y los estratos de imprimación y color para recuperar la estabilidad de la obra en su conjunto. En el caso de las pinturas, también se aplicaron medidas restauradoras para recuperar la lectura original", explicó.

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