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Las raíces germánicas

En estos días la prensa nos ha informado sobre lo que piensan, ayuntamiento y empresa, sobre el servicio de alquiler de bicicletas en nuestra ciudad. La prensa local y la nacional, porque es noticia dentro y fuera, un ejemplo para otras ciudades.

el 15 sep 2009 / 23:17 h.

En estos días la prensa nos ha informado sobre lo que piensan, ayuntamiento y empresa, sobre el servicio de alquiler de bicicletas en nuestra ciudad. La prensa local y la nacional, porque es noticia dentro y fuera, un ejemplo para otras ciudades. Con todos los problemas que ha tenido, con las resistencias que ha provocado, nadie puede decir seriamente que la idea no fue buena, y que la cosa no haya funcionado bien. El número de usuarios y de desplazamientos así lo avala. Hay asignaturas pendientes, como la falta de culminación del viario ciclista, y sobre todo la imposibilidad de depender de las bicicletas de alquiler para los desplazamientos cotidianos, al no tener seguridad de encontrar una, o poder dejarla. Se sorprenden los gestores del vandalismo que sufren las bicicletas, sin parangón en otras ciudades. Éstas son objeto de todo tipo de ataques; todo lo que se puede quitar se quita, lo que no se arranca, lo que no se rompe. Los manguitos y las cestitas vuelan, las ruedas se pinchan, las luces desaparecen. Pero no es cosa exclusiva de las bicis, sino que mobiliario urbano, estatuas y decoraciones sufren ataques sistemáticos. Lo que no se convierte en soporte de cervezas se rompe, rasga o redecora. Esta barbarie está inserta en nuestro código genético, y acaba saliendo, en algunos más que otros.

Les contaré una anécdota: décadas hace que fui piragüista y remero, con el Labradores; pues bien, cuando remábamos, si íbamos a pasar debajo de un puente teníamos que acelerar, porque los viandantes te tiraban cosas al pasar. Una colilla, si fumaba; una naranja, si venía preparado; un escupitajo, el resto. Era lo normal, cualquiera lo hacía, también señores de orden y soldados de uniforme. Veías una piragua, y practicabas la puntería. Algo tendría esto que ver con los éxitos de los palistas sevillanos, que ganaban velocidad por una cuestión de supervivencia. Ahora se hace menos, por lo que veo; pero nos desfogamos con las bicis, que para eso están. Algo nos ha quedado de aquellos germanos que por aquí pasaron, y que nos dieron nombre. Pónganle una V al nombre de nuestra tierra, y sabrán de quiénes hablo.

Catedrático de Derecho del Trabajo

miguelrpr@ono.com

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