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Las tijeras que asoman desde la Plaza Nueva

La delegada de Hacienda no es una política al uso, sino una gestora que busca cuadrar como sea unos presupuestos en crisis.

el 30 dic 2012 / 17:50 h.

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Muchos la ven como la mala de la película, una especie de sheriff de Nottinghan pero afincado en Plaza Nueva, con la salvedad de que no hay Robin Hood que valga y que su estrategia recaudatoria no va para llenar las sacas de la Corona, sino con la idea de cuadrar las cuentas de un Ayuntamiento de Sevilla que históricamente siempre han ido a la deriva económicamente hablando. Asunción Fley sabía que se metía en un lío de no te menees cuando aceptó hace año y medio el ofrecimiento del alcalde, Juan Ignacio Zoido, al que, por cierto, no conocía, para que asumiera, además del reto de reorganizar la administración, la delegación más ingrata, y más en tiempos de crisis, la de Hacienda. Daba el paso con conocimiento de causa, ya que ha visto la casa desde dentro, fruto de años preparando el que es, a la postre, el esternón de los presupuestos municipales: las ordenanzas fiscales, que salían de su despacho como jefa de Departamento de Ingresos de la Agencia Tributaria. No en vano, Fley se ganó su plaza por oposición con 25 años tras terminar la carrera de Derecho.

Zoido le otorgó plenos poderes para convertirse en su mano derecha. Así, tiene mando en plaza no sólo en materia tributaria, sino también en la gestión de empresas municipales, Patrimonio, Emasesa y hasta el cementerio. Ella aceptó el reto, pese a ser una novel en un juego llamado política del que no se siente precisamente como pez en el agua. Lo suyo es más de estar en las trincheras, calculadora en ristre, no ante los focos de las cámaras, asediada por preguntas de los periodistas, ni en las batallas campales vividas en plenos como el del viernes, en el que se aprobaron los presupuestos. Sus presupuestos. Fley se fija más en las personas que en las siglas políticas. Tanto que, año y medio después, sigue sin estar afiliada al PP. Su partido es su equipo de trabajo, que ha diseñado a imagen y semejanza.

Con él ha hecho encajes de bolillos para 2013, ya que quería ser estrictamente rigurosa en la directriz de Zoido de ser austeros en estos sus segundos presupuestos. Rigor, esa palabra que asoma en cada una de sus comparecencias públicas y con la que justificó unas cuentas acotadas por el Plan de Ajuste del Gobierno central, convertido en la Biblia de todo ayuntamiento. Para ello, Fley sacó el bisturí a pasear para aparcar todo macroproyecto pendiente, limitarse a arreglar o mantener lo que había y apostar por la ayuda urgente -dícese, caridad- al más necesitado. Un bisturí entendido por la oposición como un ataque a los sevillanos y defendido por su compañeros del PP, aunque no por ello no temido. A ningún político que se precie le gusta que le rebajen sus partidas. Fley no se anda con chiquitas y, cuando ve alguna partida que considera supérflua, la deja sin vacilar fuera del ejercicio presupuestario. Tal es su convicción que en su entorno no dudan en apodarla, en tono siempre cariñoso, Lady Tijeras.

Pero Fley es más que un sastre que busca hacer al Consistorio un traje a la medida de las apreturas económicas y con las cuentas bien equilibradas. La otra Fley es una amante de la lectura -se bebe hasta tres libros cada fin de semana- y le encanta viajar. Tanto que cuando se jubile tiene previsto conocer mundo, sin que falte una paradita en París, su destino preferido. Unas aficiones que se esconden detrás de su carácter reservado y que sólo conoce su reducido entorno de confianza, en el que se incluye, por ejemplo, el delegado de Urbanismo, Maximiliano Vílchez.

Cuando desconecta ese portátil del que no se desprende ni un segundo, encuentra la vía de escape en sus tres hijos, a los que ha cuidado sola desde pequeños y a los que consulta toda decisión. Incluso la que le llevó al Ayuntamiento. Y, si no, recurre a volver a sus raíces: el campo. Aunque sevillana de cuna, se ha criado entre Manzanilla (Huelva) y Fuente de Cantos (Badajoz), lugar en el que se formó en el colegio interno San Francisco Javier, donde dio los primeros síntomas de ser poseedora de una mente privilegiada, como así indican sus compañeros de departamento. Aunque han pasado ya muchos años, no duda en, cada vez que puede, coger carretera y manta y plantarse en la finca de su hermana, en Extremadura, para estar cerca de la naturaleza, como desde pequeñita, y desconectar de esa guerra de asfalto y de cuentas por cuadrar que le toca lidiar todos los días.

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