Verán ustedes, a mí que me da que eso de la crisis nada más que la padezco yo, lo que tampoco es muy cierto, pues si tiene que ser temporal, circunstancial y dinámica, la mía, que cuenta ya con mas de veinte abriles, me está resultando definitiva, esencial y estática; y digo todo esto porque de mi casa al trabajo (por ahora) he contando como quince carteles pegados en tiendas y locales que rezan (hay que rezar y contriccionarse) "liquidación por reforma". Ahora vienen mis dudas, a ver si una caritativo lector me las resuelve, atención preguntas: ¿qué es una reforma de ésas, contar camisas, expedientes o zapatos y cambiarlos de vitrinas o anaqueles; modificar las paredes agrandando o achicando el almacén o archivo; bajar los techos y poner climatización nueva??, no sé, no me fío. ¿Cómo coinciden tantas tiendas a la vez en reformar, han suscrito un macrocontrato, sale más barato el transporte?, no sé, no me fío; ¿si al que suscribe por reformar su cocina le pidieron diez mil leuros (moneda específicamente española equivalente a veinte duros para pagar y cuarenta para cobrar), cuánto llevan por reformar una tienda, oficina, empresa, etc.?, no sé, no me fío; ¿Qué pasa, que la configuración, la distribución y los colores de las paredes, techos o suelos eran erróneos y ahora acertados?, no sé, no me fío.
En fin señores, esto me huele una jartá de mal y mi cartera sigue pagando lo mismo: un polo con un cocodrilo a 70 (¿si están de liquidación, porqué no me lo ponen a 18?), y unos zapatos náuticos con un árbol en la etiqueta a 120 (¿Por qué no a 45?). No entiendo nada, no me fío.
José María Font es abogado
