La democracia se usa como vestido que arropa urnas de ignorancia e intolerancia y lleva al poder a monstruos como los que han liderado y lideran a países considerados civilizados. Cuando las mismas urnas erigen a individuos indeseables a los ojos de otras democracias, el ropaje cae al suelo y es el ejército, los sistemas de inteligencia, el armamento y el asesoramiento criminal quienes toman las riendas del asunto.
El insaciable Berlusconi nos brinda de nuevo otro ejemplo de antidemocracia vestida de lo contrario. Molesto como lo están todos los grandes que de vez en cuando han de vérselas con los pequeños, plantea cambiar la ley electoral italiana para acercarse a otras democracias civilizadas como la inglesa, la estadounidense o la española, donde la reducción ha conseguido coronar la alternancia bipartidista.
Armado con medios de comunicación, convencerá a la población italiana de que la democracia es gobernar con comodidad reduciendo voces, esperanzado en que la ignorancia y la intolerancia vuelvan a respaldar sus anhelos.
Diversidad, diálogo entre múltiples voces, respeto, participación, compromiso con el destino común... eso es democracia.
