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Los católicos ante la X de la renta

Tengo delante los impresos de la declaración de la Renta que me envía mi asesora fiscal para presentar en el banco. No está mal: este año Solbes tendrá que devolverme un pico. En ello estoy reinando, cuando me salta a la vista el renglón que me recuerda que puedo poner una X...

el 15 sep 2009 / 05:54 h.

Tengo delante los impresos de la declaración de la Renta que me envía mi asesora fiscal para presentar en el banco. No está mal: este año Solbes tendrá que devolverme un pico. En ello estoy reinando, cuando me salta a la vista el renglón que me recuerda que puedo poner una X en la casilla de la asignación tributaria a la Iglesia Católica, en la de otros fines sociales, en las dos a la vez o dejar una u otra, o incluso las dos, en blanco. ¿Qué hacer este año?

Más del 33 por 100 de los españoles con obligación de declarar a Hacienda señalaron el año pasado con una cruz su voluntad de contribuir a la Iglesia, lo que significa aproximadamente un cuarto del presupuesto general de ésta. El resto se obtiene de las aportaciones particulares y anónimas de los católicos. De los cerca de seis millones de contribuyentes que pusieron la X en la casilla correspondiente para su confesión religiosa, no pocos lo harían con las dudas que a muchos nos asaltan, particularmente este año en el que aún no sabemos si alguna porción de ese dinero está destinado a un medio de comunicación de la Conferencia Episcopal con el que discrepamos abiertamente.

La práctica religiosa en España se mantiene estable con el paso del tiempo, aunque es verdad que la mayoría de los católicos somos fijos discontinuos, si se me permite el símil de la legislación laboral. Somos, posiblemente, esa mayoría silenciosa de católicos que nos sentimos sumamente orgullosos de las obras sociales y asistenciales de nuestra Iglesia ya sea en países de misión como en la parroquia del barrio o en el asilo para ancianos o enfermos desahuciados. Sin duda, es por esto por lo que ponemos la X, empero nos fastidie que los obispos, no todos, sean los editores de esa emisora que, según el Cardenal de Sevilla "es un permanente dolor de cabeza". Si me llego a enterar de que un solo céntimo de euro de mi declaración de la Renta vuela a las ondas episcopales, le escribiré a Solbes para que me lo devuelva. Por ahí no paso.

Los señores obispos tienen que entender la santa contrariedad que a su feligresía le proporciona la sedicente homilía del predicador descarriado que se sube al púlpito de la radio con las claras del día para insultar a diestro y siniestro. No basta con decir que no la escuches, pues incluso a los que hemos hecho promesa -palabrita del Niño Jesús- de no sintonizarla se nos cuelan sus ecos por las rendijas de las tertulias y de las citas más o menos escandalizadas en los mentideros.

Los medios de comunicación social son una formidable máquina de influencia sobre la opinión pública. Y esa influencia puede ejercerse noble o torticeramente. Que quienes han de dar ejemplo de las virtudes teologales (si mal no recordamos: Fe, Esperanza y Caridad) amparen, financien y se responsabilicen como editores de programas abominables y denunciados ante los Tribunales de Justicia, no deja de ser paradigmático y, desde luego, ajeno a la misericordia que nos une en la Comunión de la Iglesia.

Periodista

gimenezaleman@gmail.com

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