Aunque todos los partidos políticos -especialmente PSOE y PP- parecen haber adelantado el período electoral por la contundencia de los mensajes que vienen pregonando desde hace ya varias semanas, la campaña del 9M comenzó oficialmente anoche. El escenario que se presenta días antes de que los ciudadanos acudan a las urnas ofrece un perfil bien distinto entre los comicios estatales y los andaluces. En el caso de las elecciones generales se llega a la campaña electoral con las dos opciones mayoritarias más igualadas que nunca, si se dan por buenos los múltiples sondeos recientes. Pero el elector tiene también muy nítido esta vez el rostro ideológico de socialistas y populares. La política militante de izquierdas que ha desarrollado el PSOE durante la legislatura quedará para siempre reflejada en leyes de enorme carga social. Previsiblemente esa manera de Zapatero de gestionar la cosa pública continúe tras el 9-M si gana las elecciones con ciertos matices más centristas. El PP de Rajoy por su parte, también ha mostrado con orgullo un perfil más conservador que nunca tanto en sus análisis y críticas como sus promesas políticas durante los últimos cuatro años. Dos alternativas políticas muy claras por tanto que facilitarán al votante tomar su decisión el 9M. Una gran ayuda porque las espadas seguirán en alto previsiblemente hasta la misma noche electoral. En Andalucía la situación es bien distinta según las mismas encuestas. Chaves revalidará su cómoda mayoría lo que le permitiría completar un largo ciclo de 22 años al frente de la Junta de Andalucía. El PP de Javier Arenas afronta otra oportunidad para romper la continuidad de aquél, aunque su aproximación al PSOE sólo le permitiría amenazar la mayoría absoluta de Chaves, siempre según los pronósticos. Hasta que llegue ese 9M clarificador los partidos disponen ahora en España y Andalucía de dos semanas más para explicar a los ciudadanos propuestas constructivas y creíbles. Es lo que el elector quiere y busca. Instalarse en la crispación y la demagogia hará un nulo favor a los ciudadanos, a los propios partidos, y, lo que es más grave, a la necesaria higiene y transparencia democráticas.
