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Los fichajes estrella(dos)

Ha ocurrido en Galicia, pero podría haber ocurrido en cualquier otra parte del territorio nacional. Los partidos políticos sienten la tentación de dejar en casa a militantes destacados o noveles que, durante años, han realizado el esfuerzo de comprometerse con unas siglas, que no con una ideología, que seguramente profesaban hacía más tiempo...

el 15 sep 2009 / 22:39 h.

Ha ocurrido en Galicia, pero podría haber ocurrido en cualquier otra parte del territorio nacional. Los partidos políticos sienten la tentación de dejar en casa a militantes destacados o noveles que, durante años, han realizado el esfuerzo de comprometerse con unas siglas, que no con una ideología, que seguramente profesaban hacía más tiempo, contribuyendo al mantenimiento, desarrollo y prestigio de la organización en la que decidieron militar.

Uno puede ser forofo del Betis, del Sevilla o del Barça, defender esos colores y acudir al estadio correspondiente cada vez que le gusta el partido que va a jugar su equipo favorito, y otros acuden cada domingo al campo propio o ajeno, pagan su abono, vayan o no vayan, y mantienen con su dinero y su compromiso al club de sus amores. De igual forma ocurre con los partidos políticos. Ya sabemos que no son sólo socialistas o liberales aquellos que militan, pagando sus cuotas y aceptando sus estatutos, en el PSOE o en el PP. Ya sabemos que hay gente que proclama muy alto, desde su prepotencia intelectual, que ellos no militan en ningún partido político, porque serían incapaces de aceptar algún tipo de disciplina impuesta.

Siempre he pensado que los que eso arguyen, no dicen la verdad; primero porque en la vida la disciplina preside buena parte de nuestro quehacer cotidiano ¿O no es disciplina la que te obliga ir a trabajar cada día a una hora determinada? ¿Por qué se acepta la disciplina del jefe y no la de un partido? ¿Por qué el primero paga y el segundo no?; sospecho que quienes, desde una posición intelectual sólida, rechazan aceptar disciplinas partidarias, es porque si militaran en un partido político, su actitud sería la de obediencia gregaria. Quienes tengan en su mente un proyecto bien elaborado, si se plantearan afiliarse a una organización, lo último que pensarían sería en obedecer las consignas que otros impusieran, más bien, si tuvieran madera de liderazgo y algo que aportar verdaderamente importante, serían ellos los que impondrían la disciplina a los demás mediante la convicción, la razón y la ilusión.

Y seguramente ésa sea la razón de la obnubilación que, de cuando en cuando, ciega las entendederas de los dirigentes de las organizaciones políticas; oyen hablar en privado a algunos de los que no militarían nunca en un partido para no aceptar disciplinas y piensan que han descubierto al ejemplar que va a sacar a esa organización de la imagen tosca que, de vez en cuando, se ofrece por los de casa. Aparece, entonces, eso que la prensa denomina el "fichaje estrella".

Es lo que le acaba de pasar a Rajoy en las últimas semanas con el fichaje de un independiente para encabezar sus listas electorales por la provincia de Orense para la elecciones gallegas del próximo uno de marzo. Se oyó decir a Feijóo, candidato a presidente de la Autonomía gallega, que había buscado a un hombre en el que los gallegos pudieran tener confianza, para que sus dineros estuvieran seguros y a buen recaudo. Y efectivamente, seguros y bien guardados iban a estar en la Islas Caimán, que es el sitio donde el fichaje estrella guardaba el suyo, procedente de favores bancarios. Cuando la Cadena SER averiguó el pastel de la utilización espuria de sus caudales por parte del candidato estrella, Rajoy y Feijóo cayeron en la cuenta de que no habían hecho un fichaje estrella, sino que habían hecho un fichaje estrellado.

Claro que, a la vista de lo ocurrido en días posteriores, en Madrid y Valencia, con algunos alcaldes y ex-alcaldes del PP, no parece que ser militante sea garantía de honradez en el ejercicio de la responsabilidad política e institucional. Garzón y la Fiscalía anticorrupción han destapado una red que no sólo pone en cuestión al PP, sino que promete volver a pinchar la credibilidad de los partidos políticos. La máxima responsabilidad en este tipo de faenas recae, sin duda, en los dirigentes de esas formaciones donde el escándalo se produce, pero no sólo y exclusivamente en ellos.

Cuando alguien que ha ocupado responsabilidades institucionales abandona el cargo público, no es noticia que ya no vuelva al trabajo que dejó cuando se dedicó a dirigir una institución; estamos acostumbrándonos, de una manera vertiginosa, a que la responsabilidad institucional se convierta en un trampolín que permite, a los que la ocupan, escalar posiciones en el entramado económico y social. La noticia es que alguien vuelva a su trabajo anterior, y no es noticia que se pase del cargo público a sitios que hubieran sido inimaginables si no se hubiera tenido ese trampolín.

Los empresarios españoles podrían escribir un libro voluminoso sobre cómo y de qué manera se accede a determinadas obras en determinadas administraciones. La pregunta es: ¿por qué se callan? ¿Por qué no cuentan en público lo que cuentan en privado sobre favores y dineros? ¿Por qué entran en ese juego? Ya lo dijo Eduardo Zaplana en las famosas cintas magnetofónicas del caso Naseiro: "Estoy en política para enriquecerme".

Con el sueldo de la política es imposible hacerse millonario, ¿Por qué la prensa no denuncia a los millonarios que se han ido forjando al socaire de la política y de la amistad con determinados políticos? ¿Por qué no se pone en valor a los que volvieron al trabajo que tenían antes del cargo y por qué se admite como normal la facilidad que algunos han demostrado a la hora de reírse de todos nosotros?

jcribarra@oficinaex.es

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