Cultura

Los modestos del cante se dieron cita en Lantejuela

La localidad sevillana celebró su XVI Madrugada Flamenca el sábado en la Caseta Municipal. Sobre las tablas del escenario estuvieron Alicia Acuña, Rubito de Paradas, Rufino Rivas, Kiki de Castilblanco y Amparo Navarro, entre otros.

el 16 sep 2009 / 07:34 h.

En nuestro afán por conocer y apoyar los festivales de flamenco más modestos de la provincia de Sevilla, el pasado sábado acudimos a la XVI Madrugada Flamenca de Lantejuela, laboriosa localidad de unos 3.500 habitantes que vive fundamentalmente de la construcción y el campo.

Cuando llegamos acababa de ponerse el sol y enseguida decidimos conocer algo sobre la gastronomía de la tierra sentándonos en la terraza de una cervecería llamada La Gamba, un bar a pie de travesía, en dirección a Osuna, con especialidades como el espeto de sardinas y el pollo asado.

El nombre del establecimiento no es en honor a la gran bailaora y amante de Manuel Torre, Antonia la Gamba, sino por las ricas gambas que allí pueden comerse, a la altura de las que pueden consumirse en Isla Cristina.

El festival se celebra en la Caseta Municipal, cuyo techo es una estructura de hierro que almacena bastante calor a lo largo del día. El bar y los abanicos aliviaron el sofoco. En estos casos, si lo que ocurre en el escenario es interesante, el calor se suele notar mucho menos. Pero lo cierto es que la noche fue endeble, aunque tampoco esperábamos los torniscones del duende.

Y no es porque el cartel estuviera compuesto por cantaores aficionados, o sea, por artistas que no viven del arte; el único profesional era el guitarrista Antonio Carrión, que vino desde Lo Ferro (Cartagena) para acompañar a Rubito padre, primero en Lantejuela y luego en la localidad de Paradas.

Fue precisamente Rubito de Paradas el que con más enjundia cantó, aunque en el primer cante, la petenera, desafinó lo suyo. Fue en los fandangos de Huelva, al estilo de Toronjo, donde más comunicó. Antes, el malagueño Rufino Rivas había cantado una excelente malagueña del aloreño Joaquín Tabaco, prácticamente perdida, y unos potentes fandangos naturales.

Kiki de Castilblanco se hizo acompañar a la guitarra por su propio hijo, Carlos Moya, para dejarnos una interesante versión del polo y una carcelera como preparación a las seguiriyas. Este cantaor, un gran saetero, basa su estilo en una fuerza sobrenatural que no siempre es sinónimo de calidad.

Alicia Acuña no tiene muchas facultades, pero es artista, le gusta el escenario y canta los tanguillos de Cádiz con mucha gracia. Su guitarrista, Raúl Cantizano, es muy interesante.

La bailaora jiennense Amparo Navarro hizo unas alegrías con bata de cola llena de poses y paseos de gran sensualidad. Lástima que la pobre luz del escenario nos impidiera captar su bella estampa.

La segunda parte la protagonizaron otros tres cantaores, el Niño de Peñaflor, El Mellizo y el artista local Jehová Sierra. El de Peñaflor es el clásico joven con voz de jilguero que borda los fandangos de Vallejo y el Niño de Fregenal. Fue de los pocos que levantaron al público.

En lo que respecta a El Mellizo, lo cierto es que no logramos descifrar el misterio de la importancia de su cante, sin duda de gran llaneza.

Cerró la madrugada el poderoso Jehová Sierra, acompañado por su sobrino El Chino. Cantó bien, pero es que ya eran las cuatro de la mañana y, la verdad, estábamos de sobra saciados de cante.

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