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Los pantalones de Europa

el 03 jul 2011 / 07:24 h.

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Esta mujer a quien pocas faldas se le conocen, algún que otro vestido, rosa, negro, verde, azul, este último con un sensacional escote que dejó al descubierto sus grandiosos encantos en la inauguración de la ópera de Oslo (google, Merkel, escote , y juzguen ustedes mismos), lleva bien puestos los pantalones, no sabemos si en su propia casa, privadísima es su vida no política, privadísimo su trasero hasta que un paparazzi lo reveló al mundo (google, Merkel, bañador) , sí en su país y sí en la Unión Europea desde que, allá por el otoño de 2005, Angela Dorothea Kasner fuera elegida canciller de Alemania, un cargo con el que se manda mucho.

De entrada, la rubia de ojos azules y reiterado traje de chaqueta asusta tela. "Antes también quería tener poder... sobre las moléculas. Es mi naturaleza. Ahora hago lo mismo en un campo totalmente distinto", dijo -o más bien se confesó- un año antes como presidenta de la Unión Demócrata Cristiana (CDU), el partido del histórico Helmut Kohl. Gobernar nada más y nada menos que sobre las moléculas, siéntanse los alemanes así, sintámonos así los europeos, es doctora en Física Cuántica (energía, radiación, frecuencia) por la Universidad de Leipzig, casada en segundas nupcias con un catedrático de Química Cuántica, de las primeras tomó y conserva el apellido, Merkel, físico también, nada de hijos.

Separación. Esta palabra va intrínsecamente unida a la vida de nuestra protagonista. Con apenas siete años, un fatídico 13 de agosto de 1961 arranca la construcción del muro de Berlín. Su padre, un pastor luterano, decide cruzar la frontera y asentarse en la comunista República Democrática Alemana (RDA), la del Este, dejando muy atrás la ciudad natal de la pequeña, Hamburgo, en el Oeste, y los pueblos occidentales posteriores donde el patriarca ejerció la labor evangélica y su madre, maestra de inglés y latín, una actividad que tuvo que abandonar en el nuevo hogar porque, en un país ateo, las escuelas públicas no acogían a la mujer de un párroco.

En un entorno, incluido el familiar, muy politizado, y con la necesidad de realizar un esfuerzo mayor que el de los demás por ser hija de quien era, la niña nos salió brillante, magníficas notas, menos en deporte, que se le atragantó. Tímida aunque risueña, desde su adolescencia estuvo vinculada a una organización juvenil marxista, cuasi por obligación, o te afilias o no estudias, esto era la libertad comunista, y comentan que, a pesar de su carácter reservado, ya demostraba dotes de mando.

Pero realmente, la joven, con vaqueros de su época, ajustados al culo y anchos de campana para las piernas, fue seducida por la política, más con visión crítica que complaciente, aunque su participación activa se retrasaría hasta 1989, cuando entró en el Partido Socialdemócrata y en los sucedáneos posteriores. Y a partir de ahí, carrera de vértigo, diputada, ministra y portavoz del último gobierno de la RDA. Y no se andaba con chiquitas, si había que dar codazos, los daba, toma éste, le dijo a su mentor, Helmut Kohl, cuando aireó en la prensa la brecha abierta entre ambos, distanciamiento que para la ambiciosa Merkel supuso revelar al partido que los tenía bien puestos.

Sin una ideología definida por mucho que milite donde milita, una formación conservadora -pese a sus misas, es abierta de mente en cuanto al aborto o las parejas gay-, prima en su gestión el criterio de la eficiencia, su física cuántica no se quedó en las aulas, y su mayor virtud es no ser presa del pasado, el muro es historia, y en historia se queda, también lo es el socialismo que vivió, viva, en cambio, el liberalismo económico, vaya viraje, Ronald Reagan y Margaret Thatcher, sus referencias vitales, del comunismo sólo le queda el dominio del idioma ruso.

Y llegamos al meollo de esta perfilatura. Esta mujer que desconfía de los hombres brega en un mundo internacional de hombres, su preferido, Nicolas Sarkozy, quien ha manifestado su profunda admiración por la alemana, cuántos besos y arrumacos en cada encuentro. Juntos, dirimen el futuro de la Unión Económica y Monetaria, el conocido como eje franco-alemán, nada sin nosotros. En sus manos, el desafío del euro, sometido a la jauría de los llamados mercados, quiénes son, lobos que aúllan aquí, allí, por doquier, el radical liberalismo los amamantó, Reagan y Thatcher fueron precisamente sus padres.

Hecho el mal, ahora al rescate, Grecia, Irlanda, Portugal, el compromiso de Merkel no falta, pero cuántica ella, cuánto, cuánto cuesta, cada vez más reticente a que el coste recaiga sobre las espaldas de Alemania, a la que, por cierto, hace dos años que colocó en la senda de la recuperación económica, maquinista de una gran locomotora, valiente en su decisión de sacar adelante el apagón nuclear nacional, lección aprendida de un varapalo electoral en un país con enorme influencia de los verdes, y que en España la recordaremos como la que nos aconsejó jubilarnos más tarde, trabajar más y tener menos vacaciones y la que, para más inri, nos jodió los pepinos.

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